El empleado perfectamente burocrático, los documentos malditos y los malditos documentos

Malditos docu

Este artículo forma parte de un "aprendiz de libro", qué llamé provisionalmente "¡También hay vida en el planeta Burocracia", que espera en el cajón de mi escritorio a que tenga tiempo y pueda completarlo y corregirlo, a ver si me puedo jubilar pronto.

En él describo treinta y cinco leyes de funcionamiento de las organizaciones burocráticas basadas en mi experiencia y observación durante 30 años de trabajo en este tipo de organizaciones. Están escritas con humor, utilizando un lenguaje prestado de las ciencias físicas y matemáticas, poniendo -para cada ley - un enunciado y una justificación que no demostración porque, al fin y a la postre,  ni es física ni son matemáticas.

Empleado perfectamente burocrático

Por empleado perfectamente burocrático entendemos aquel empleado cuyo fin no es trabajar con eficacia y, ni mucho menos, con eficiencia sino que busca – en cada una de sus acciones – la vía más burocrática posible. Por poner un ejemplo que aclare está definición, un empleado eficaz trataría de resolver problemas, el perfectamente burocrático exigiría algún tipo de solicitud oficial y abriría algún tipo de expediente antes de empezar a resolver nada.

Otra cosa que hay que tener en cuenta es que el término “perfectamente” aquí no se refiere al sustantivo “empleado” sino a “burocrático”. De manera que este tipo unas veces es eficaz y otras veces ineficaz, depende de si en el caso concreto de que se trate, la forma burocrática de actuar es eficaz o no. Es decir, si el asunto a resolver requiere de expedientes y un procedimiento administrativo casi con toda seguridad este empleado lo hará bien, en cambio, si se requiere de imaginación, saltarse un paso para ahorrar tiempo o usar la cabeza para solucionar algo fuera de normas y leyes, lo más normal es que sea incapaz de llevarlo a cabo.

No hay que confundir al empleado perfectamente burocrático con el empleado vago. En realidad este tipo de empleado trabaja, y mucho, a favor de métodos y técnicas burocráticas. En muchos casos, sus procedimientos no serán los más eficientes, pero seguro que serán los procedimientos escritos, los procedimientos de manual. En cambio el empleado vago intentará escaquearse por todos los medios y pondrá toda su inteligencia al servicio de trabajar lo menos posible deslizándose por el filo del despido con una soltura que a veces raya en el arte.

Y finalmente, el empleado perfectamente burocrático no existe en la realidad, se trata de una figura de tipo ideal, un modelo inalcanzable que sirve como herramienta para identificar un tipo de comportamiento que sí se da en la realidad pero nunca de forma perfecta. Ya sabemos que no hay nada perfecto, ni lo perfectamente bueno ni lo perfectamente malo, sino grados de perfección.

Ley del archivo de los documentos o de los documentos malditos

Enunciado

La probabilidad de encontrar un documento en un archivo es función inversa de la necesidad de recuperar dicho documento. Es decir, a mayor necesidad menor probabilidad de encontrarlo.

Justificación:

Mi experiencia me indica que en toda organización burocrática hay documentos importantes que desaparecen y no vuelven a aparecer jamás y, otros más afortunados, que desaparecen temporalmente pero que no están cuando lo necesitas.

En sistemas de distribución manual de documentos existe un tiempo en el que todos los documentos están desaparecidos, es el tiempo que se emplea desde que se sacan del archivo hasta que llegan a la mesa del empleado que los ha pedido. Durante ese tiempo están en las estanterías en las que se depositan cuando el archivero lo deja en la bandeja de salida, están en los carritos en los que los ordenanzas suben la documentación desde el archivo a la estantería de documentos de la planta, permanecen en la estantería hasta que el ordenanza de la planta los recoge y los distribuye por las mesas de los empleados que han solicitado los documentos.

En todo ese tiempo, el documento ha podido ir a la planta equivocada, después regresar al archivo devuelto por un empleado que no lo había pedido. Ha podido ir a la mesa equivocada de la misma planta, si el empleado es “amiguete” lo voceará por el departamento, “¿alguien ha pedido esto?”, si el empleado es perfectamente burocrático lo devolverá al archivo.

Cuando, ante una urgencia, necesitas un expediente  llamas al archivo, y si te dicen “lo pidió Fulano”, comienza la llamada “ruta del expediente”. Preguntas a Fulano y Fulano dice que lo tuvo pero que se lo pasó a Mengano, llegas a Mengano y te dice que lo devolvió anteayer, vuelves a preguntar al archivo y te dicen que todavía no ha llegado y preguntas a los dos o tres ordenanzas implicados en el suceso y consigues localizarlo en el carrito de uno de ellos. O te contestan simplemente, está en la mesa del director general, que casi es peor que si se hubiera perdido porque a ver quien es el guapo que se lo quita al jefazo.

Y luego está el caso de los expedientes o documentos que nunca vuelven a aparecer. Debe haber un lugar en el Universo al que han ido a parar estos documentos, una especie de agujero negro insondable que los atrae fatalmente. Son los documentos malditos.

Con los sistemas informáticos se reduce a mínimos el tiempo de espera, se cuenta con recursos de red que los  almacenan  e imágenes de los documentos y sistemas de recuperación mucho más eficientes. Pero los desaparecidos siguen existiendo aunque sea en menor grado. La mayor parte de las veces esto se debe a la impericia de los empleados que borran lo que no debían borrar o no salvan cuando debían salvar o que lo copian vaya usted a saber dónde. Pero también hay caídas de los sistemas, desorganización de los índices de las bases de datos y otros accidentes informáticos.

Y lo que dice la ley, basta que necesites perentoriamente un documento para que te encuentres con dificultades para encontrarlo.

¿Y las víctimas?, me acuerdo de una señora que necesitaba un certificado que le permitiría demostrar una actividad realizada en los años ’60 y que no fue posible hacerlo porque no se encontró ningún papel que lo justificara. O de una empresa que perdió un pleito millonario porque no se encontró el documento que justificaba la aceptación del cliente. Y muchas, muchas más situaciones.

Ley de los malditos documentos

Enunciado

Si estás a punto de tirar a la basura un documento y por sentimentalismo absurdo lo guardas,  jamás te librarás de él.

Justificación:

A veces me he encontrado delante del destructor de papel, herramienta muy útil en una oficina para evitar que nadie pueda acceder a una información de la que no deba enterarse - las papeleras son peligrosas -,  y en el último minuto he salvado de la destrucción a un documento porque su redacción me había quedado especialmente bien o porque tenía un sello de una oficina exótica o por cualquier otra razón puramente sentimental. Lo guardas en el fondo de un cajón y el tiempo pasa.

Tres años después revuelves el cajón en busca de algo o sacas todo para limpiar el fondo y, ¿pero esto que es?, ¡Ah!, es el papel aquel que salvaste. No lo destruyes porque si no lo hiciste hace tres años no lo vas a hacer ahora y lo vuelves a dejar en el fondo del cajón pensado en cuanta mierda guardas.

Cinco años más tarde la organización se cambia de edificio, te dan las cajas para la mudanza, llegas al fondo del cajón y te vuelves a topar con el viejo documento ya amarillo por el paso del tiempo. Al principio no te acuerdas de qué va, ¡ha pasado tanto tiempo!, luego comienzas a recordar y dices, ¡maldito documento!, ¿por qué lo salvaría de la quema?, y haces ademán de tirarlo pero, craso error, miras la fecha y ves que tiene 8 años y ya es histórico, la secretaria que lo pasó a máquina se jubiló y el director que lo firmó murió de constipado mal curado que derivó en una pulmonía que se llevó muy mal con un cáncer de páncreas. ¡Y cómo lo vas a tirar!.

Ese documento te perseguirá toda la vida puedes creerme.


Juan Carlos Barajas Martínez

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Ley del peso de los trabajos o Ley de la gravedad laboral




 Este artículo forma parte de un "aprendiz de libro", qué llamé provisionalmente "¡También hay vida en el planeta Burocracia", que espera en el cajón de mi escritorio a que tenga tiempo y pueda completarlo y corregirlo, a ver si me puedo jubilar pronto.

En él describo treinta y cinco leyes de funcionamiento de las organizaciones burocráticas basadas en mi experiencia y observación durante 30 años de trabajo en este tipo de organizaciones. Están escritas con humor, utilizando un lenguaje prestado de las ciencias físicas y matemáticas, poniendo -para cada ley - un enunciado y una justificación que no demostración porque, al fin y a la postre,  ni es física ni son matemáticas.

Definiciones previas:

Dada una organización burocrática se define peso de un trabajo como la diferencia de nivel jerárquico entre el que encarga el mismo (na)  y el nivel jerárquico (nb) de quien realiza efectivamente la tarea.

Dada una organización burocrática se define la función de conocimiento de un nivel jerárquico c(ni) como la capacidad de realizar trabajos asociados a ese nivel jerárquico.

Enunciado:

Si un trabajo o tarea baja por su peso de un nivel jerárquico na a otro nb es porque en el nivel jerárquico nb se encuentra el conocimiento necesario para su ejecución C(nb). Todo trabajo o tarea bajará por su peso hasta encontrar C(nb). Siendo na>nb.

Corolario: Cuánto mayor es el peso de un trabajo (na - nb) mayor es la incompetencia de todos los niveles jerárquicos intermedios entre na y nb.

Justificación:

Para ilustrar este enunciado volvamos a recurrir a Bureaucratic Systems España S.A. (ver La Ley de las Tarjetas de Visita), en cuya sede central en Madrid hay un Subdirector de Obras, Amueblamientos y Chapuzas Ocasionales que necesita un informe técnico y presupuestario de los trabajos necesarios para reformar la instalación de aire acondicionado del edificio. El Sr. Zutano, que  tiene un máster en dirección de empresas por una universidad poco recomendable, no tiene ni idea de los secretos iniciáticos del arte de acondicionar el aire y encarga el trabajo al Jefe de Área de Instalaciones Termoeléctricas, Sr. Fulano, que estudió Filosofía y Letras y que  incluso estudió alemán con el fin de leer la obra de Hegel en su idioma.

Fulano encarga el trabajo al Jefe de Servicio de Instalaciones Termoeléctricas Derivadas y Zonales, Sr. Mengano, del que sabe que es ingeniero industrial. Mengano, es ingeniero industrial pero de la especialidad electrónica y consumió las 6 convocatorias para aprobar la Mecánica de Fluidos. Se siente desvanecer pues no tiene ni idea de cómo salir del atolladero.  Descubre, cuando está a punto de externalizar el trabajo a una empresa de servicios, que un chico recién  llegado a la empresa es técnico de formación profesional especialista en frío industrial.

El Sr. Knowhow, de origen extranjero como puede verse por el apellido, con su título de formación profesional, con sus tres años de experiencia en la empresa familiar de aire acondicionado de su tío materno,  sí sabe qué es lo que tiene que hacer y elabora el informe. Informe que va siguiendo el camino inverso hasta llegar al despacho del Sr. Zutano, quien lo aprueba y sanciona.

Ahora vamos a aplicar el enunciado de la ley, supongamos  que los niveles son:

  • Sr. Zutano, Subdirector 30
  • Sr. Fulano, Jefe de Área 28
  • Sr. Mengano, Jefe de Servicio 26
  • Sr. Knowhow, Técnico de sistemas 25

El nivel de partida es na =30, el nivel en el que se da la función de conocimiento – C(nb) - es el del Sr. Mengano, nb =26, que no sabe solucionar el problema pero al menos sabe quién puede hacerlo.

Por tanto el peso de la tarea será: peso= na - n= 30 – 26 = 4 por lo tanto, por lo menos para este problema concreto, sobran cuatro niveles, ¿para qué sirve el Sr. Fulano por ejemplo?.[1]

Si calcula el peso medio de todas las actividades de la empresa podremos obtener una medida del número medio  de niveles que sobra. Ese índice podríamos denominarlo incompetencia general[2].

Definición posterior:

Incompetencia general de una organización burocrática es el peso medio de los trabajos de dicha organización. La incompetencia general es una medida del nº de puestos que sobran en una organización.[3]

Esta propiedad que estamos estudiando puede pasar inadvertida a las personas poco observadoras porque, normalmente, no pasa con luz y taquígrafos sino en los despachos.

En una rara ocasión tuve la oportunidad de ver el cumplimiento de esta ley en todo su esplendor. Hace ya muchos años yo era un técnico intermedio en mi empresa[4], fui invitado por una serie de carambolas a una reunión de alto nivel presidida por el vicepresidente de la organización en la que dos direcciones generales A y B debían ponerse de acuerdo en una serie de trabajos. B, a la que yo pertenecía, proporcionaba servicios a A.

Por parte de A asistían a la reunión, aparte de su director general A0, varios subdirectores A1, A2, A3, …..An, (Cuando se trata de pedir todo el mundo se apunta). Por parte de B, acudíamos, el director general B0, mi subdirector general B1 y yo.

Un subdirector general de la otra parte, pongamos A2, expuso una serie de problemas a resolver. El director A0 añadió comentarios sobre intereses políticos, estratégicos y necesidades de tiempo. A continuación, el vicepresidente añadió nuevas observaciones que aportaban poco siempre resaltando la importancia de tomar medidas que tendieran a una resolución efectiva del problema en interés del servicio y de la organización.

El guante lo recogió mi director B0 que coincidió en lo importante que era buscar una solución, en lo delicado que era el problema y que se tuviera en cuenta la falta de recursos. Mi subdirector B1 volvió a hacer una introducción del problema que ya había sido suficientemente introducido y ante el asentimiento general me dio paso a mí para que, como experto, explicara las distintas alternativas que podrían adoptarse.

Y yo, intimidado en aquella sala de aquel palacio renacentista – en la que había entrado por primera vez después de haber trabajado varios lustros en la organización- , con muebles Luis XVI, espejos dorados, arañas que colgaban del techo, tapices flamencos del siglo XVII que tapaban sus nobles paredes, relojes de oro de engranajes imposibles, y yo repito, tuve que explicar qué se podía hacer,  cómo hacerlo, en qué tiempo y con qué recursos. La solución la explique yo porque era el que tenía el conocimiento técnico del problema.

La reunión siguió por los mismos derroteros, el resto de los subdirectores de A hicieron peticiones, pasaron por el director A0 y por el vicepresidente, los recogió B0, se los endiñó a B1 y todos acabaron indefectiblemente en mí.

Hasta tal punto ocurrió esto que, al acabar la reunión el vicepresidente, al que luego llegué a tratar bastante y sé que es una buena persona, me pidió perdón porque todos los trabajos hubieran recaído sobre mí. Al ver que el vicepresidente se expresaba en estos términos, el resto se puso en cola para expresar también su pésame.

Al volver a casa en el tren de cercanías me di cuenta de que había asistido a un espectáculo que en realidad se producía siempre que un trabajo llegaba a mi terreno desde las alturas, sólo que esta vez había sido en público y normalmente se hace en los despachos.

Por supuesto la cosa no acabó ahí, porque a la mañana siguiente me puse a repartir trabajo como un poseso centrifugándolo  a todo el personal que dependía de mí. Con lo que el desplazamiento por el peso de los trabajos encontró al final su límite, que fue Barcelona, en dónde una empresa de servicios realizó la mayor parte del curro.


Juan Carlos Barajas Martínez



[1] Desde aquí pido disculpas a mi jefe inmediato que ya se me "cabreó" una vez por suprimir su cargo. Juan, tu no sobras, son las cosas del directo. Sabes perfectamente lo que todo tu equipo te admira y aprecia y lo super necesario que eres para todos nosotros.
[2] Aquí incompetencia no tiene el sentido usual que se le da de inutilidad, sino como falta de conocimiento para resolver un asunto
[3] Esta definición no debe ser interpretada como incompetencia individual, de una persona o de un nivel determinado, sino de la propia organización. Si el peso medio es muy alto es que demasiadas veces el trabajo se desplaza mucho hacia abajo en la organización buscando el conocimiento y, ésta, está pidiendo a gritos una reorganización de funciones.
[4] ¡maldita sea!, sigo siendo un técnico intermedio en mi organización, está visto que no tengo mucho futuro.


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Papá, ¿es verdad que cuándo tú eras pequeño había democracia?


Propaganda oficial para el Referéndum para la Reforma Política de 1977


Hasta no hace mucho, ¡hay que ver qué deprisa crecen!, mis hijos me preguntaban:

-          ¿Había cine en color cuando eras pequeño?
-          Si
-          ¿Pero no era en blanco y negro?
-          No, eso eran las teles
-          ¡Ah!
-          ¿Había ordenadores?
-          Si hijo
-          ¿Y cómo eran?
-          Muy grandes y lentos
-          ¡Ah!
-          ¿Había móviles?, ¿cómo eran los videojuegos?, ¿jugabais al futbol?, ¿tú padre tenía coche?, ¿es verdad que nuestro Madrid lo ganaba todo?......

Así cientos de preguntas que todas acababan con un “¡ah!”, que confirmaban – para su inocente tranquilidad – que el mundo en el que los padres crecieron era más atrasado que el suyo.

Por lo que yo recuerdo también freí a preguntas a mi padre, ¿teníais tele?, ¿comíais a diario?, ¿ya estaba Franco?, ¿es verdad que nuestro Madrid lo ganaba todo? y, como soy muy cotilla, ¿era guapa la tía Felipa?. Y creo recordar, puede ser una fantasía de mi imaginación, que yo sentía alivio al comprobar que el mundo era más moderno aunque el tal Franco llevaba un huevo de tiempo al mando.

Desde la Revolución Industrial, que nos metió de manera gradual y uniformemente acelerada en esta civilización de consumo, las generaciones de los hijos han tenido un mayor nivel de vida que las de los padres. Sin embargo, por primera vez, los padres nos preguntamos si esto seguirá así, si nuestros hijos y nietos vivirán mejor que nosotros.

Una reciente investigación sociológica española, promovida por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción y la Obra Social de Caja Madrid, ha desvelado que el 60% de los padres cree que sus hijos adolescentes vivirán peor que ellos. Piensan que tendrán menos protección social, más paro, menos formación y educación, menos oportunidades y que de todo ello se concluye que serán más pobres que nosotros.

Puede que esta opinión esté motivada por un estado de ánimo, puede que nos deprima la situación actual y que ésta podría ser coyuntural. De hecho, todos sabemos que hay ciclos económicos y que los que ya hemos vivido alguna que otra década, ya hemos oído antes – varias veces – la música esta de la crisis. Pero yo creo que esta vez hay algo más y la gente lo intuye.

Lo que vemos es que por primera vez el mundo está globalizado y que, como decía yo en el artículo sobre la Mecánica Celeste, una pequeña baja en la cotización del índice de Hong Kong (la mariposa) puede convertirse en una catástrofe financiera en la bolsa de Nueva York (la tormenta), pura Teoría del Caos. Y que ese mundo con ese grado de interconexión va a provocar un efecto de vasos comunicantes que nivelará el grado de protección social de los países y, por supuesto, a la baja. Y si no, mirad como disparan con bala contra Europa, la zona del mundo en la que mayor nivel de protección social ha habido hasta ahora. Y un descenso en la protección social y en los salarios conllevará un aumento de la pobreza. Así que sí, creo que hay motivos para la preocupación.

Y esto es lo que tenemos delante de nosotros, pero si miramos por encima de la crisis, vemos un futuro de un color un tanto oscuro por no decir completamente negro, como dice el sociólogo francés Edgar Morin, “la Tierra es una nave espacial propulsada por cuatro motores incontrolados (ciencia, técnica, economía y afán de lucro). Tiene una altísima probabilidad de sufrir catástrofes”. Y cómo dijo el gran economista británico Kenneth Boulding, “quien crea que un crecimiento exponencial puede durar siempre en un mundo finito o está loco o es economista”.

Pero para no deprimirnos más no vayamos tan lejos. Quedémonos en el futuro próximo que ya de por sí está fastidiado. La encuesta de la que hablábamos unos párrafos más arriba no hacía ninguna referencia a parámetros políticos. Políticamente hablando, ¿nuestros hijos vivirán mejor que nosotros?.

Pues me temo que tampoco en esto estamos para tirar cohetes. Tres hechos que ocurrieron en el último tramo del año pasado me parecen muy preocupantes con respecto al futuro de la democracia: la dimisión de Papandreu en Grecia, la dimisión de Berlusconi y la imposición de Merkel y Sarkozy de incorporar en las constituciones de los Estados miembros de la Unión Europea el cumplimiento del 3% de déficit.

La dimisión de Papandreu fue forzada por la Unión Europea después de que anunciara un referéndum kamikaze sobre las medidas que tenía que aplicar su gobierno para recibir la inyección de euros que necesitaban. Cierto es que el referéndum era sobre todo inoportuno y que oportunidades tuvo anteriores para plantarse, todavía hay cancillerías europeas que están intentando explicarse qué se le pasó por la cabeza al bueno de Yoryos. Pero lo cierto es que hemos puesto de vuelta y media a los Estados Unidos por ejercer su irresistible influencia, sobre todo en Latinoamérica, para quitar y poner gobiernos sin contar con el pueblo soberano y ahora resulta que en nuestra casa europea si se puede hacer.

¿Y el caso del cavaliere?. Bueno empezaré por dejar claro que pocos políticos – y mira que en general son malos – pueden agredir la sensibilidad de las personas decentes como este señor. Chulesco, autoritario, mujeriego de pago, corruptor y corrupto son adjetivos que le pueden ser aplicados sin mucho temor a equivocarse. Pero, ¿fue destituido por un parlamento indignado?, ¿fue derrotado en unas elecciones democráticas?. No, dimitió bajo presión y, ¡qué presión debió ejercerse sobre su plásticamente retocado cuerpo!, pues Don Silvio no es de las personas que suelte la poltrona a la primera de cambio.

España ha tenido mejor suerte, el cambio en el gobierno ha surgido de las urnas, con lo que formalmente se ha cumplido con el proceso democrático. Pero reconocido esto, no nos hemos librado de la intromisión de los nuevos poderes fácticos, representados por los mercados, por la canciller Merkel, por Bruselas, por el BCE y por vaya usted a saber quién más, en las decisiones que le correspondían a nuestro gobierno. ¿O es que alguien se puede creer que el cambio de Zapatero en mayo de 2010 salió de él mismo?.

De todas formas, desde el punto de vista político, lo que me ha escandalizado más, ha sido la propuesta de cambio de nuestra Constitución para prohibir un endeudamiento público superior al tres por ciento. Nuestra Constitución fue un gran pacto nacional para superar problemas que habían desgarrado a nuestro país. Esa fue su principal virtud, pues permitió la superación de las dos Españas, y a la vez fue su principal defecto, porque aparcó, dejó sin fecha de resolución algún problema que ahora empieza a quemarnos.

A la Constitución siempre la hemos tratado con mucho cariño, modificarla era prácticamente un tabú, se la ha tratado como si fuera una bomba en la que si cortabas el cable amarillo en vez del rojo podías provocar una explosión de consecuencias impresivisibles. Así que mejor era no tocarla. Pero si ni siquiera se modificó el artículo 57, que establece la línea sucesoria a la Corona, que discrimina a las mujeres en favor de los varones y sobre cuya modificación hay un amplio consenso. Menos mal que el príncipe Felipe – siempre resuelto a cumplir lo mejor posible con los superiores intereses de España – ha tenido hijas y no hijos.

Con este panorama van nuestros políticos y ponen en marcha la reforma de la Constitución, bajo presión del tándem Merkel-Sarkozy. No voy a entrar en la oportunidad o no de la medida – que en el fondo sólo es un cuestión de política económica - pero, ¿reformar la Constitución?, ¿es que no hay leyes para hacer eso?, ¿no hay una Ley General Presupuestaria?. ¿Qué le vamos a decir al Ibarretxe de turno cuando vaya a las Cortes a pedir un Estado Libre Asociado?, qué la Constitución no se puede modificar porque quiere cortar un cable amarillo o rojo y sólo se puede cortar uno azul o verde. Sé que argumentos jurídicos habrá para defenderse pero, ¿habrá buenos argumentos políticos?.  

Revisemos la lógica democrática de todo esto. Si son los electorados alemán y francés los que eligen al canciller alemán y al presidente francés y éstos, ungidos de un poder que no sé de dónde sale, toman decisiones tan importantes como quitar y poner a primeros ministros o reformar constituciones, ¿no deberían votar los griegos, italianos y españoles en las elecciones francesas y alemanas?.

Explicar el origen de todo este cúmulo de despropósitos es tarea complicada, merecería una tesis doctoral o un libro enorme, de esos que llevan los estudiantes de medicina y que son perfectos para aplastar tréboles de cuatro hojas entre sus páginas. La verdad es que un “post” en un blog se queda corto. Como pasa con todos los fenómenos sociales y políticos no hay única causa. Pero hoy me quiero centrar  en lo que tiene que ver con un fenómeno que viene larvándose desde hace bastante tiempo y es la pérdida de poder de los Estados y que quizás sea la causa que tiene una relación más íntima con los sucesos que hemos analizado en los párrafos anteriores.

A partir de la Edad Moderna se fue gestando el Estado tal y como lo conocemos hoy en día, y nuestro planeta está organizado, desde un punto de vista jurídico, en base a una comunidad de Estados soberanos e independientes, al menos sobre el papel. No hay un gobierno mundial, hay una comunidad de vecinos – que se lleva bastante mal – en el que cada vecino es un Estado. Los hay de todos los tamaños y configuraciones, pero en cada momento histórico hay unos pocos, más grandes y poderosos, que son los que rigen los asuntos del mundo entre situaciones de equilibrio de poderes y conflictos más o menos cruentos. Así hemos ido pasando el tiempo los últimos siglos.

Pero en las últimas décadas se ha empezado a ver una disminución del papel rector del Estado, incluso entre los más poderosos. Está transferencia de poder se ha realizado hacia diversos actores, relativamente nuevos en el escenario mundial, relacionados con la globalización. Los mercados financieros internacionales y las multinacionales acumulan un poder económico tal que los Estados deudores son rehenes de sus intereses y bajan la cabeza ante sus peticiones por encima de los intereses de sus respectivos pueblos y por encima de las opiniones públicas. Lo estamos viendo día a día.

Por otra parte, la ideología dominante, el pensamiento único, el neoliberalismo, busca adelgazar el papel del Estado a su mínima expresión, cediendo espacios a la iniciativa privada en sectores que tradicionalmente han sido competencia del Estado. Y la iniciativa privada hoy en día da la casualidad de que es en gran parte multinacional. Con lo que el centro de gravedad administrativo sale del país de que se trate hacia un sitio que nadie es capaz de señalar en un mapa, ya que unas empresas son propietarias de otras en una regresión cuasi infinita.

En Europa, además, el proceso de creación, desarrollo y consolidación de la Unión Europea, que tiene y ha tenido indudables beneficios para nuestro país, ha provocado una importante cesión de soberanía desde los Estados miembros al conglomerado de Bruselas. Conglomerado formado por la Comisión, el Parlamento – que tiene poco poder real -  y la burocracia bruselense-estrasburguesa. Y este conglomerado, por razones históricas, es bastante opaco al ciudadano europeo y, como consecuencia, está fuera del control democrático de esos ciudadanos. Es lo que se suele definir como “déficit democrático”. De manera que, al trasladar la capacidad legislativa y la toma de decisiones políticas a Bruselas, a unas instituciones que difícilmente puede decirse que nos representen, los ciudadanos perdemos parte de nuestro capital decisorio.

Si nuestros Estados fueran dictatoriales, nos daría lo mismo que las decisiones se tomarán en Madrid o Pernambuco, nuestra prioridad sería poder expresarnos libremente, pero nos han enseñado y nos han vendido la idea de que somos ciudadanos, no súbditos. Que tenemos unos derechos civiles garantizados y que participamos – a través de nuestros representantes – en las decisiones que nos atañen. Pero cada vez más tenemos la percepción de que esto ya no es así, tenemos la sensación de que nuestras democracias son cada vez más formales y menos reales.  

Quizás parte la solución esté en que esa cesión de soberanía de los Estados se lleve en paralelo con una mayor democratización de la Unión Europea. Quizás si pudiéramos elegir un parlamento con poder real, si pudiéramos elegir un gobierno europeo que no surgiera de componendas en los pasillos del edificio Berlaymont, entonces quizás, los electorados griego, italiano y español elegirían a sus verdaderos dirigentes y la Merkel, aparte de preocuparse por el electorado de la Baja Sajonia, tendría que interesarse por el electorado de Murcia. O eso, o nuestro gobierno – del color que sea - empieza gobernar pensando en nosotros y a partirse la cara con quien sea y dónde sea.



Edificio Berlaymont de Bruselas.
Único lugar del Universo donde se puede parar el tiempo a petición de los representantes, se discute sobre un punto y coma durante días y tiene pasillos como autopistas en donde se negocia demasiado

Sin duda mis hijos cuando sean padres soportarán el castigo de las preguntas de sus hijos. ¿Papá cuando eras pequeño ya teníais holovisión?, ¿es verdad que los coches no volaban?, ¿es cierto que nuestro Madrid lo ganaba todo?, …………..…….., ¿es verdad que los bomberos apagaban incendios y no quemaban libros?[i], papá, ¿es verdad que cuándo tu eras pequeño había democracia?. Esperemos que mis nietos no tengan motivos para hacer estas dos últimas preguntas.

Juan Carlos Barajas Martínez



[i] No me he podido resistir a un pequeño homenaje a Farenheit 451, la obra maestra de Ray Bradbury y François Truffaut.

Nota Final:
Por cierto – para no dejar cabos sueltos -, al parecer, mi tía abuela Felipa era muy guapa, vamos, el buque insignia de la familia. Lástima que se malograra, pero eso es otra historia


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Las tres ideologías básicas del Homo Hispanicus

Don Quijote es armado caballero
Cuadro barroco de Valero Iriarte


Al primer grande español
No le cedo en jerarquía
Es más alta mi hidalguía
Que el trono del mismo Sol
Don Álvaro y la fuerza del sino
Duque de Rivas

Es privilegio de la aldea que cada uno goce en ella de sus tierras, de sus casas y de sus haciendas porque allí no tienen gastos extravagantes, ………. Crían a sus hijas, doctrinan a sus hijos, hónranse con sus deudos y son allí padres de todo.
Menosprecio de la Corte y Alabanza de la aldea
Fray Antonio de Guevara

Nadie abre tienda para hacer amigos sino para hacer dineros
Refranero español de Martínez Kleiser


A mi modesto entender, puedo estar equivocado, Dios me libre de pretender ser dueño de verdades absolutas, existen tres ideologías dominantes en España, que se nutren de aspectos culturales profundos, que beben en fuentes que han ido construyéndose desde la noche de los tiempos o, por lo menos, desde la edad media a nuestros días. Estas tres ideologías son: la del hidalgo, la del aldeano y la del tendero[1].

Y ya desde el principio os quiero decir que yo no las veo desde un punto de vista peyorativo, no quiero hacer una caricatura puesto que las veo en mí mismo, forman parte de mí, y yo no soy muy dado a reírme de mí mismo, como buen español, prefiero reírme de los demás[2]. Así que en ocasiones me veo a mí mismo como un hidalgo, en otras – las más - me reconozco como un aldeano y, en otros momentos – los menos – me veo como un tendero.

La ideología, desde el punto de vista sociológico[3], no es simplemente que una persona sea socialdemócrata o liberal, esa sería una visión política. Para los sociólogos la ideología tiene que ver más con una visión del mundo, construida desde la infancia, sujeta a cambios a lo largo de la vida y con una clara influencia del entorno social y familiar. Pero se trata de una visión completa del mundo que rodea al individuo construida socialmente, al menos en parte.

Si se trata de una visión completa convendremos en que la ideología contendrá a la ideología política, pero también una ética, formas culturales y económicas, hábitos o costumbres, leyes no escritas más o menos inquebrantables y formas religiosas y supersticiones más o menos asumibles.

No sé si voy a decir una barbaridad pero yo lo veo así, mientras la cultura es un concepto cuyo ámbito es la sociedad o, en su defecto, un grupo social amplio, su manifestación en el individuo es la ideología.

También quería dejar claro, antes de describir los tres tipos hispánicos, que se trata de modelos. El hidalgo, el aldeano y el tendero son tipos ideales en el sentido en el que los entendía el gran sociólogo alemán Max Weber[4]. No vamos a encontrar al hidalgo típico ideal andando por la calle, pero si que veremos caracteres o trazas del hidalgo en personas reales y esto nos permitirá reconocer, definir e incluso predecir ciertos comportamientos de estas personas.

Antes hemos comentado que el origen de estos tipos ideales hay que situarlos en la Edad Media. En efecto, la historia de España es relativamente peculiar dentro de la historia Europa. La invasión árabe y el largo período la Reconquista provocaron el surgimiento de una estructura social específica parcialmente diferente. Nació una nobleza baja denominada hidalguía, exenta de impuestos, pero que debía  coger las armas al servicio del rey siempre que fuera necesario. Hay que pensar que en ese período amplios territorios eran fronterizos y se producían continuas escaramuzas entre musulmanes y cristianos, por lo tanto la institución de la hidalguía fue muy útil para los monarcas cristianos[5]. A mi me ayuda a entender esa época pensando en la España de la Reconquista como una especie de “Far West”, aunque no me atrevo a señalar quién hacía de indio y quién de “cow-boy”. Hace ya mucho tiempo que el hidalgo ha dejado de ser necesario y es un tipo cultural que, aunque presente en el medio social, está en franca retirada.

Del mismo modo, la Reconquista implicó la necesidad de repoblar los territorios que quedaban vacíos, creándose numerosos asentamientos de pequeñas poblaciones basados en una economía agrícola de subsistencia, ese fue el caldo de cultivo del segundo tipo, los aldeanos. La economía agrícola ha sido sustituida por la industrial y post-industrial – en esto España ha ido muy rápido y lo que otros países han hecho en dos siglos nosotros lo hemos vivido en los últimos cincuenta años - por lo que la influencia de este tipo en la ideología de las personas está, como quien dice, a flor de piel.

De los tres, el tipo más reciente es el del tendero. Éste nace con la Edad Moderna y el descubrimiento de América, con el desarrollo de las ciudades y del comercio. Los tenderos estaban a cargo de pequeños comercios en pequeñas ciudades y pueblos en los que se distribuían al por menor productos coloniales, alimentación, ropa, etc.

Posteriormente, a partir de la Revolución Industrial, se importaron otras figuras como la del empresario – en mi opinión de origen luterano y centroeuropeo - o la del profesional – creo que de influencia francesa -, pero son relativamente recientes y no han aportado gran cosa – en mi modesta opinión – a las bases del carácter ideológico español[6].

El Hidalgo

La figura del hidalgo ha sido abundantemente tratada en nuestra literatura. En su versión más positiva se encuentra el gran personaje universal de Don Quijote, que representa los mejores valores del hidalgo, la valentía, el honor, el desprendimiento respecto de los bienes materiales y la generosidad, pero el manchego no está exento de defectos, su obsesión por la honra y el estatus, su desapego por los trabajos de carácter manual, su cabezonería en sostenerla y no enmendarla aunque le vaya en ello la vida.

De todas formas, los aspectos negativos del hidalgo han sido retratados de forma fidedigna e inmisericorde en la literatura picaresca.¿Quien no recuerda la figura del hidalgo de “El Lazarillo de Tormes”?, cuyo único tesoro son sus recuerdos de hidalguía y de dignidad y que comparte los mendrugos de pan que consigue Lázaro como limosna. Y que luego, después de comer, distribuye migas por su barba para demostrar al vecindario de que dispone de posibles al menos para pagarse una gran comida.

Esta ideología del hidalgo ha dado buenos militares a nuestro país con el que mantener aquel imperio que se perdió hace tanto tiempo, pero ha calado en el espíritu de la cultura española con ciertos defectos ancestrales. Todos reconocemos esa preocupación por el qué dirán, ese miedo al ridículo que pesa como una losa cuando alguien quiere hacer algo distinto y los demás esperan que se la pegue para reírse a su costa, ese ridículo miedo al ridículo que hace que nos cueste tanto soltarnos a hablar inglés, por poner un ejemplo que me ha afectado directamente a lo largo de toda mi vida. El desprecio por el trabajo manual es otro defecto ancestral, es el padre del “que inventen ellos”, de oponerse a la novedad, al cambio, a las ideas renovadoras. Y, por último, la soberbia; esa cabezonería tan española de no dar tu brazo a torcer, ese no querer reconocer que te has equivocado, que has metido la pata, cuánto circunloquio, cuánta excusa para encubrir los errores propios y de los que nos importan.

De la parte positiva de la ideología del hidalgo, yo destacaría esa generosidad  que no se encuentra en otras naciones de nuestro entorno. Y que en parte hace que este sea un buen país para vivir.

El Aldeano

Al describir al aldeano me siento reconfortado por el hecho de que es un tipo de ideología muy bien descrita desde la antropología[7], al contrario de los otros dos tipos que son criaturas de mi observación personal, hijas de esos momentos de abstracción que tengo en el tren de Cercanías mientras cruzo el Monte del Pardo y veo a gamos y jabalíes pacer distraídos y felices. La ideología del aldeano coincide básicamente con la ideología campesina descrita por el antropólogo George Foster y de la que ya he hablado en otros artículos[8].

George Foster descubrió que las economías campesinas “clásicas”, esto es, las comunidades agrícolas no industriales dentro de Naciones-Estado - en concreto estudió comunidades campesinas en el sur de Europa - se caracterizan por una determinada ideología o visión de mundo. Foster citó diversos casos etnográficos para ilustrar esta visión de mundo campesina, a la que denominó la imagen del bien limitado.

En esta ideología, todo se percibe como finito: tierra, riqueza, salud, amor, amistad, honor, respeto, status, poder, influencia, seguridad. Al ver todo como escaso, los campesinos creen existe una reserva común, un fondo imaginario de todo aquello que tiene valor en su comunidad. En este sistema de ideas, los individuos sólo pueden descollar en algo porque se apropian de una parte mayor de la que les correspondería en términos proporcionales de esa especie de reserva común, lo que implica privar a otros de lo que sería su parte.

Los campesinos aceptan la riqueza diferencial que procede de fuera de la comunidad (por ejemplo el  trabajo asalariado realizado fuera de la localidad) ya que  resulta evidente que no ha supuesto extraer nada de la reserva común finita de carácter local. Los beneficios pueden proceder también de la pura suerte (por ejemplo la lotería). En todos estos casos la reserva de bienes de la comunidad permanece intacta.

En cualquier otro caso, las personas prósperas pueden verse forzadas a patrocinar ceremonias que reducen la riqueza diferencial. Los campesinos prósperos pueden convertirse en el blanco del chismorreo, la envidia, el ostracismo y la violencia física. Dadas tales respuestas, se intenta ocultar la buena fortuna: las ropas, casas y dieta, continúan como siempre.

Más aún, se desconfía también de las personas que han tenido mala suerte y se hunden por debajo de la norma comunitaria, porque se piensa que envidian a todos los demás. Aunque hay que reconocer que, en el momento de una desgracia, la comunidad se pone en marcha y cada cual colabora con lo que puede. El aldeano es solidario.

Foster también señaló que la imagen del bien limitado es una respuesta a la posición subordinada de los campesinos dentro de una sociedad más amplia: cuando el acceso a la riqueza, el poder, y la influencia es más abierto, la imagen del bien limitado decae.

Esta ideología llamémosla campesina, la del aldeano o la imagen del bien limitado es la ideología que noto más presente en nuestra sociedad dado que España ha sido un país mayoritariamente campesino hasta bien entrado el siglo XX, como se suele decir, “hasta hace tres días”. Si nos rascan un poco, debajo de una bonita capa de habitantes de un país desarrollado, aparecen “restos ideológicos” que se manifiestan en nuestro comportamiento, que son muy semejantes a los descritos por Foster.

Este tipo ideal explicaría muy bien de dónde sale el gran pecado nacional, la envidia. Esa reacción en contra de todo el que progresa, sobresale, inventa o es premiado. El aldeano es envidioso porque el éxito del otro le quita parte de esa reserva común, de ese fondo imaginario del que hablábamos en los párrafos anteriores. Como le quitan algo suyo tiene que tirar con bala al responsable de ese desafuero.

Del mismo modo que la ideología del hidalgo ofrece aspectos que reducen la iniciativa de los individuos, debido al miedo al “qué dirán”. La ideología del aldeano no es tampoco muy dada a fomentar el progreso, en este caso por no despertar el monstruo de la envidia del vecino, que puede ser muy destructiva.

Encontrar ejemplos de esta ideología en nuestra literatura no es tan fácil como en el caso del hidalgo. Podríamos citar a Sancho Panza, pero no sería el mejor ejemplo. Sancho es bondadoso, no parece esencialmente envidioso, pero sobre todo es realista. Es un personaje escogido por Cervantes para dar contrapunto al idealista Don Quijote. Creo que este aspecto de realismo si forma parte del aldeano, es una persona apegada a la tierra, no suele creer en milagros ni aventuras, pero también creo que no es el  principal rasgo de su personalidad.

Más que Sancho Panza yo elegiría a su mujer Sancha como ejemplo. La que le echa broncas enormes cada vez que regresa maltrecho de sus andanzas con el caballero de la Triste Figura, la que le reprocha no darle una vida mejor como le pasa a otras vecinas que cuentan con maridos más atentos.

El tendero

Al tendero le cuesta mucho invertir para obtener beneficios a medio y largo plazo, un tipo de inversión, que va en beneficio de crear riqueza y estructuras económicas perdurables y estables y que son parte de la ideología del empresario luterano.

El tendero aspira a que por cada céntimo que invierte pueda recuperar a corto plazo dos o, al menos, uno y medio. Porque en realidad el tendero no invierte sino que compra mercancía que vender a sus parroquianos. El tendero es cortoplazista, no entiende de negocios en los que hay que perder dinero primero para, pasado un tiempo, empezar a ganar. Y esto no es esencialmente malo, comerciar al por menor es profesión muy decente, lo malo es cuando se exacerban los modos, cuando se saca del contexto comercial y sólo se piensa en poner uno y sacar dos.

Muchos de nuestros empresarios tienen la ideología del tendero, ellos se consideran a sí mismos como empresarios inversores creadores de riqueza, la letra se la saben, pero la música es muy otra, es el vals del tendero. Con esto no quiero decir que no haya empresarios, el país ha progresado o, al menos, esa sensación teníamos hasta hace poco, ahora mismo no está el horno para bollos. Pero sí que, si la ideología empresarial hubiera sido tradicionalmente más fuerte, probablemente la estructura económica de nuestro país sería más sólida.

Y quizás si lo miramos bajo este prisma, la ideología de la búsqueda del beneficio inmediato, podamos dar una explicación, otra más, a la codicia nacional demostrada en los tiempos de la burbuja inmobiliaria.

Si tengo que elegir un personaje del Quijote, ya que lo hemos hecho para los otros dos tipos, yo citaría al ventero que arma caballero a Don Quijote. Me parece un buen ejemplo, un tanto tacaño, defensor a ultranza y palo en mano de todo maravedí que entra en sus arcas, aguador de vino, y lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que la única manera de deshacerse del hidalgo loco es armarlo caballero y que parta a la búsqueda de aventuras.

Por último y por el mismo precio, querría haceros una distribución territorial de estos tipos de ideología. A mi modesto entender el hidalgo abunda más en el norte de España, en Castilla y León y va reduciendo su implantación conforme vas hacia la costa mediterránea y Andalucía. En la costa mediterránea abunda más el tendero, aunque – sobre todo en Cataluña – se aprecia una clara influencia empresarial europea. Y el aldeano abunda más conforme más al sur vas.

Con estos tipos ideales que he esbozado he intentado representar modos de comportamiento reconocibles en las personas, pero no va más allá, es un juego. No todos los militares, policías o funcionarios son hidalgos. No todos los comerciantes, empresarios y banqueros son tenderos y no todos los agricultores, obreros de la construcción o fresadores son aldeanos. Pero a que reconocéis ciertos tics, ciertos comportamientos en los demás que coinciden con estos tipos. Y, entre tú yo querido lector, si haces un esfuerzo de sinceridad, ¿no veis aquí retratada alguna traza de vuestra manera de ver el mundo?.

Juan Carlos Barajas Martínez

Notas:

[1] Con el fin de no empezar mal y dada la moda actual de respetar lo políticamente correcto, quiero decir que cuando hablo de “homo hispanicus” se incluye a las mujeres, la mitad – para mí más atractiva – de la humanidad. A lo que me niego es a estar poniendo hidalgo e hidalga, aldeano y aldeana, tendero y tendera, consideradlo dicho cada vez que aparezcan dichas palabras.
[2] Aunque me puede pasar lo que me pasó en el colegio, en donde me gané una merecida fama haciendo caricaturas de profesores muy apreciadas entre mis compañeros. Lo realmente triste era que yo trataba de retratarlos fielmente pero me salían caricaturas. Evidentemente nadie lo supo, esto es una primicia de Sociología Divertida.
[3] Para aclarar esto un poco más, la ideología es concebida de esta manera en el campo de la sociología del conocimiento. Aparte de ésta y de la definición política todavía existiría una definición más de ideología, es en el campo de la sociología marxista. Para Marx la ideología es el conjunto de creencias falsas de las que se han servido las clases dominantes para mantener su situación privilegiada, por cierto, como Marx era un cachondo, para él el marxismo no era una ideología, puesto que  no era una creencia falsa. Lógica aplastante.
[4] Para Weber, en su nivel más básico, un tipo ideal es una estratagema para definir los rasgos esenciales de los fenómenos sociales. Citando a Lachman, “un tipo ideal es esencialmente una vara de medir”. Se trataría de entresacar del fenómeno social real aquellas propiedades que le definen arquetípicamente, pero no serían imágenes especulares del fenómeno sino exageraciones unilaterales de lo que ocurre en el mundo real. En este sentido Weber opinaba que cuanto más exagerada fuera la imagen ideal, más útil sería para el estudio. Una vez construido el tipo ideal nos servirá como vara de medir, como patrón para comparar el fenómeno real que se estudia en un momento determinado de la historia con el tipo ideal
[5] La institución de la hidalguía ha tenido mucha influencia en la cultura española debido a que fue muy numerosa. En el sur de España no lo fue tanto pero en norte el número de nobles era elevado y sus diferencias con el pueblo llano escasas. En Asturias, los hidalgos llegaron a ser casi un 80% de la población y en Cantabria el 83% en el siglo XVI. Por cierto, y aunque parezca mentira, en el Señorío de Vizcaya y en la Muy Noble y Muy Leal provincia de Guipúzcoa existía el derecho a la hidalguía universal, en virtud del cual todos los vizcaínos y todos los guipuzcoanos nacían hidalgos. ¡Vivir para ver!.
 [6] Puede que alguien eche de menos al cura, a la figura del cura sempiterno que siempre aparecía cuando había paella; el que amenazaba a las parejas para que no se achucharan mucho, que de besos y arrumacos no nacen los niños, pero tocan a vísperas; el que amenazaba desde el púlpito con los rigores del infierno. Sé que la diferencia es sutil, teniendo en cuenta que he elegido la figura del tendero, pero el artículo no trata de profesiones por muy comunes e influyentes que sean sino de modelos ideológicos. Además el cura no es un tipo únicamente español a pesar de la influencia de la religión en la sociedad española y, por último, mucho me temo que tendríamos que entrar en la sociología de la religión, cosa que no me apetece,
[7] Concretamente desde la antropología psicológica, que trata de estudiar la relación entre la cultura de una sociedad y la personalidad de los individuos que forman parte de ella.
[8] Ver en http://sociologiadivertida.blogspot.com/p/otros-articulos.html el artículo “La ideología funcionarial – La imagen del bien limitado”


Bibliografía:

Antropología una explicación de la diversidad humana,
Conrad Phillip Kottak,
McGraw-HillMadrid 1999

Conceptos fundamentales de Sociología
Roberto Garvía
Ciencias Sociales
Alianza Editorial, Madrid, 3ª edición 2003


Don Quijote, Sancho Panza y el ventero en un fotograma de aquella maravillosa 
serie de dibujos de TVE

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