Yo soy de clase media, ¿y usted?





Este es el tercer artículo que escribo acerca de la estratificación social. En "¡Oiga usted que todavía hay clases!", se hacía un análisis de la estratificación social a lo largo de la historia. En, "El gran montaje", se explicaba el proceso de legitimación o cómo las élites consiguen justificar la desigualdad. En el presente artículo se analiza las clases sociales actuales.


Estoy seguro de que si en una encuesta científica se preguntara acerca de la clase social a la que se pertenece, la mayoría se colocaría dentro de la clase media. Estoy convencido de ello por dos razones, en primer lugar, hay grupo de trabajadores, normalmente de cuello blanco y en el sector de servicios, que no quieren aparecer como trabajadores, no entra dentro su visión del mundo considerarse como tales. En segundo término, hay un grupo menor en tamaño, que no quiere aparecer como rico bajo ningún concepto, cuando lo son de sobra, así que prefieren autocalificarse como de clase media alta como mucho. De todas formas hay que decir que asignar a las personas a una determinada clase social es cuestión más complicada de lo que parece.

La clase es la forma de estratificación social en la que se dividen las sociedades modernas, que surgió de la revolución industrial sustituyendo al antiguo régimen estamental. Si la sociedad se divide en clases, en una escala en la que cada una tiene más poder y dinero que la inmediata inferior, parece fácil describir qué clases son y quiénes pertenecen a cada clase. Pues no. Hay toda una controversia para ponerse de acuerdo en el número de clases, tipos de clases y dimensiones en las que medir la desigualdad entre ellas. No se arregla todo con clase alta, media y baja, y todo el mundo apuntándose a la clase media.

Para Carlos Marx, la dimensión de la desigualdad social es la propiedad de los medios de producción. Por lo tanto, habría dos clases sociales, los capitalistas o burgueses propietarios dichos medios y el proletariado cuya única “propiedad” es el trabajo.  Evidentemente, según esta visión, existe un claro conflicto de intereses entre ambas clases, dicho conflicto toma la forma de una continua lucha de clases que, por cierto según esta visión, es el motor de los cambios sociales a lo largo de la historia.

Uno reconoce aspectos reales en esta visión de la sociedad y ahora más que en los años anteriores cuando parecía que íbamos a vivir protegidos por el Estado de Bienestar, con el neoliberalismo campando a sus anchas, uno tiene la tentación de coger el Manifiesto Comunista e irse a la barricada. Controlemos pues nuestra indignación, somos científicos sociales y debemos hacer una sociología libre de valores. Hay que reconocer que la visión marxista de la estratificación es limitada, solo estudia una dimensión: la propiedad de los medios de producción, o su traducción al dinero, el capital. Y la sociedad es claramente más compleja que eso.

Max Weber realizó un análisis basado en tres dimensiones y, por tanto, más completo que el análisis marxiano. Las dimensiones weberianas son clase, estatus y poder. La clase hace referencia al poder económico, la renta o ingresos; el estatus al honor o al prestigio social y a los privilegios que derivan de dicho estatus y, el poder, al poder político. De manera que la posición de una persona en las clases sociales dependerá del cálculo de su posición dentro de cada una de las tres dimensiones, obteniendo lo que más tarde se ha llamado la posición socioeconómica de dicha persona. Dicho de modo más claro, un líder sindical probablemente no tenga unos ingresos elevados pero si disfruta de una posición elevada en la dimensión de poder y su posición socioeconómica será más alta que la de cualquier persona que obtenga sus mismos ingresos.

Los investigadores posteriores han tomado el análisis multidimensional de Weber añadiendo o modificando dimensiones como el nivel educativo, si el trabajo es  manual/intelectual, la cualificación ocupacional y otros. De manera que se adaptan a las distintas sociedades y distintos tiempos históricos, pero en la raíz, es la misma metodología que inventó Weber.

Pero eso no es todo, hay más problemas, nos faltan los detalles de la metodología a aplicar. Hace unas décadas se utilizaba, como patrón de medida de la posición económica de los miembros de una familia, al cabeza de dicha familia. Hoy en día está caduco este sistema ya que la mujer se ha incorporado al mundo del trabajo y es muy común la estructura familiar en la que los dos cónyuges trabajan. ¿Y cuando uno de los cónyuges tiene una posición socioeconómica muy superior al otro?. En estos casos, ¿tenemos en cuenta a las personas por separado o al núcleo familiar?. El método habitual es considerar a la familia al completo, de tal forma que si son tres los miembros de la familia que trabajan, si viven juntos, la posición socioeconómica es común. De hecho los hijos que están a cargo de sus padres comparten la posición socioeconómica de sus progenitores hasta que se independizan.

Y, como último paso, nos queda diseñar la estructura de clases a la que asignar a las personas según su posición socioeconómica. Para una sociedad moderna industrializada y, si me apuran, postindustrializada, y después de haber comparado varias clasificaciones, una buena sería: clase alta, clase corporativa, clase media-alta, clase media, clase media-baja, clase trabajadora y subclase.

En los países industrializados las clases altas constituyen entre 5 y el 10% de la población e incluyen un sector muy pequeño de súper ricos, en torno al 0,2 % de la población[i]. La componen la clase alta y la clase corporativa.

La pertenencia a la clase alta es casi siempre el resultado del origen o del nacimiento. Son los grandes propietarios, familias que poseen un enorme patrimonio normalmente heredado, de ahí que a veces se use el término dinero viejo. En el caso español, el prototipo de esta clase sería la familia de la Duquesa de Alba.

La clase corporativa, grupo tan privilegiado como lo pueda ser el anterior, son por lo general los grandes empresarios, altos ejecutivos de las empresas o grandes financieros. La principal característica que les diferencia de los anteriores es que dependen de sus ingresos y no de un patrimonio heredado.

Existiría un grupo menor formado por artistas y deportistas famosos con elevados ingresos y que habría que colocar dentro de las clases altas.

Las clases medias históricamente han estado constituidas por los grupos sociales intermedios entre los ricos y los pobres, personas que se ocupaban del comercio, la industria manufacturera y las profesiones liberales. Curiosamente Marx predijo su desaparición y Weber su crecimiento. A pesar del castigo al que son sometidas durante los períodos de crisis como el actual,  se han ido convirtiendo en un grupo amplio en las sociedades europeas, entre el 35 y 40% de la población.

La clase media alta es la más privilegiada dentro de las clases medias. Sus ingresos son notablemente superiores a la media del conjunto de la población. En muchos casos son propietarios, aparte de su vivienda habitual, de una segunda residencia, tienen más de un automóvil y una cartera de inversiones[ii]. Forman parte de esta clase, los profesionales liberales, cuadros directivos y predirectivos de la Administración Pública y las empresas. Suelen tener formación universitaria y sus hijos suelen recibir el mismo tipo de educación, de hecho no heredan sus puestos pero si que suele darse una alta tasa de reproducción social[iii].

La clase media-media está formada por profesionales que tienen amplia autonomía en su trabajos, seguridad en sus puestos y ejercen y detentan cierta autoridad. Suelen tener formación universitaria. Son los cuadros intermedios de la Administración pública y las empresas, pequeños comerciantes y pequeños propietarios. Suelen tener casa y vehículo propio.

Los miembros de la clase media-baja suelen tener trabajos de menor prestigio. Son empleados o trabajadores de cuello blanco, o trabajadores cualificados de cuello azul. Sus rentas suelen estar en torno a la media nacional, lo que les proporciona una calidad de vida relativamente modesta. Suelen acumular a lo largo de su vida algún patrimonio que España usualmente es la vivienda. La formación educativa en la mayoría de los casos suele ser el bachiller, o la formación profesional.

La clase trabajadora solía tener conciencia de clase, fuertes sentimientos de identidad enraizados en comunidades asociadas a una industria determinada como los metalúrgicos,  los mineros,  los obreros textiles, los de artes gráficas – que fueron los fundadores del movimiento obrero en nuestro país-. Con los cambios sociales habidos en los últimos años como son la reducción de las explotaciones mineras, la reconversión industrial y el incremento del sector de los servicios, han aparecido nuevas formas de empleo que han llevado al declive de estas viejas comunidades y, con ellas, de esa conciencia de clase de la que hablábamos a favor del individualismo. Es más, como indicaba al principio de este escrito muchos de los miembros de la clase de trabajadora no se autodefinen como miembros  de esta clase.

La clase trabajadora está formada por los trabajadores de cuello blanco y cuello azul no cualificados. Generan unas rentas familiares que por lo general son inferiores a la media nacional. Sus trabajos suelen ser rutinarios y sometidos a una fuerte supervisión por parte de la empresa. En España suelen tener vivienda propia ubicada en distritos o barrios modestos. Las familias de esta clase son muy vulnerables a los ciclos económicos, en épocas de crisis, sobre ellos recaen las mayores tasas de desempleo y empobrecimiento. Su formación es básica, suelen tener los estudios obligatorios.

La subclase[iv] abarca a todas aquellas personas que sobreviven entre el desempleo y el empleo precario. No necesitan de una crisis económica para empobrecerse. En su caso los subsidios o las ayudas sociales que reciben son críticos para la economía familiar. También se incluyen en este sector  los que reciben pensiones bajas, familias desestructuradas – como mujeres divorciadas o viudas con pensiones bajas y con hijos –, o los desempleados de larga duración, en términos generales, los que viven fuera del mercado laboral.

En Europa, el problema de la subclase a menudo va asociado a problemas de inmigración ilegal. Recién llegados, sin papeles y étnicamente diferentes son caldo de cultivo de la marginación, aunque la larga noche de la crisis que vivimos hace que este sector se engrose con personas del propio país.

Y para terminar, dos cuestiones que no puedo dejar de tratar. En primer lugar, desde hace unos treinta años, existe entre los sociólogos  un cierto debate sobre el fin de las clases sociales. Algunos autores argumentan que las sociedades modernas han ido desdibujando la frontera entre las clases hasta el punto de que el concepto “clase social” ha perdido utilidad. Según estos autores, aunque la desigualdad social siga creciendo, la cuestión es si estas desigualdades pueden justificarse mediante el concepto de clase.

Hoy en día, la línea divisoria que separa las clases no es de carácter político sino de estilo de vida o de hábitos de consumo. Más importantes que las diferencias entre trabajadores y propietarios de los medios de producción, son las diferencias entre el que tiene trabajo y el que está en el paro, el que tiene vivienda propia o está en alquiler, el que cobra un sueldazo y el que cobra un salario de miseria. Según Klaus Elder por ejemplo, las clases sociales se han disuelto en el tejido social, en donde ya no existe un conflicto bipolar entre trabajadores y empresarios sino conflictos multipolares como nos muestran los numerosos movimientos sociales surgidos desde la década de los ’60 – ecologismo, feminismos, pacifismos, etc -. Según estos autores, el análisis de las clases sociales se ha complicado hasta tal punto que ya no está claro lo que se está estudiando.

Yo opino que, a pesar de que todos esos cambios sociales son notorios y ciertos, el concepto de clase social sigue siendo útil a pesar de lo difícil que es su manejo desde un punto de vista empírico. Pero es que todavía, que yo sepa, no se ha inventado nada alternativo y, por lo tanto, es un concepto necesario para poder estudiar la estratificación social.

La segunda cuestión que quería tratar es lo que se ha denominado “el declive de la clase media”, es decir, una cierta tendencia hacia el deterioro de la calidad de vida y la seguridad económica entre las clases medias de las sociedades industriales. Creo que esa tendencia es cierta y se podría explicar fundamentalmente por dos razones – que pueden subdividirse en múltiples subrazones -, la primera de ellas es el fenómeno de la globalización de la economía. Gran parte de la industria que hace sólo una generación ofrecía trabajos bien remunerados en los países occidentales se ha trasladado a los países en vías de desarrollo. En su lugar las economías occidentales ofrecen nuevos empleos en diversas ramas del sector servicios que suelen estar peor remunerados y con ello se da un fenómeno de movilidad social descendente de la clase media hacia la clase trabajadora y una depauperación de la clase trabajadora.

Y ya por último – los que sufren con la longitud de mis artículos estarán de enhorabuena - en segundo lugar, como consecuencia también de la globalización y del pensamiento único[v], se está produciendo un  ataque sostenido al Estado del Bienestar que hace mella en las capas menos favorecidas de la sociedad, llevando consigo un empobrecimiento y una mayor desigualdad porque, por poner un ejemplo de actualidad - esta semana ha sido la del medicamentazo -, si tienes que pagar la totalidad de  un medicamento que necesitas eres inevitablemente más pobre. Porque si pierdes terreno en derechos sociales acabas siendo más pobre. Así que, desgraciadamente, me veo inmerso en ese proceso de declive – sobre todo desde la aparición del euro -, porque - para que lo sepan - yo soy de clase media, ¿y usted?.



Juan Carlos Barajas Martínez





Hasta qué punto la clase social es importante
Mortalidad infantil
Los hijos de las familias de clase trabajadora tienen tres veces más posibilidades de morir en su primer año de vida
Salud
La clase trabajadora tiene tres veces más posibilidades de contraer enfermedades graves de larga duración
Esperanza de vida
El hijo de un trabajador manual no cualificado tiene una esperanza de vida siete años menor que entre las profesiones liberales
Divorcio
La incidencia del divorcio es cuatro veces mayor entre los trabajadores manuales que entre las profesiones liberales
Educación
En 1984, sólo un 1%  de los estudiantes universitarios eran hijos de trabajadores manuales no cualificados, al tiempo que el 70% procedía de familias de las clases altas y media alta
Renta
Por definición, la clase baja recibe rentas más bajas y tiene mucho menos patrimonio
Seguridad en el empleo
Los miembros de la clase trabajadora tienen mucha menos seguridad en el empleo que los profesionales de las clases medias
Desempleo
En 1993 las tasas de desempleo para los trabajadores manuales era de un 13% , frente al 5,6 % de los trabajadores no manuales
Vivienda
El 90% de los profesionales eran propietarios de su vivienda frente solo el 42% de los trabajadores manuales no cualificados
Los datos son relativos al Reino Unido, fuente: Social Trends 1995; Reid, 1989, cuadro obtenido del libro “Sociología” de Macionis-Plummer




Cuadro de clases sociales
Clases
Posiciones en los 3 principales tipos de estructuras institucionales
En sentido amplio
Clases sociales
Ocupación
Autoridad burocrática
Propiedad medios producción
Altas
Alta
(vieja clase alta)
Alta
Alta
Propietarios
Corporativa
Alta
Alta
Propietarios y no propietarios
Medias
Media alta
Alta/media
Alta
No propietarios
Media
Media
Media
No propietarios
Media baja
Media/baja
Media/baja
No propietarios
Bajas
Trabajadora
Baja
Baja
No propietarios
Subclase
Baja/desempleo
ninguna
No propietarios
Este cuadro está basado en el H. Kerbo en su libro “Estratificación Social y Desigualdad” pero adaptado a la clasificación que hemos realizado en este artículo. En este cuadro se representa la síntesis de los tres paradigmas principales de la estratificación social. Los funcionalistas y visión de los rangos ocupacionales, los neoweberianos o teóricos no críticos del conflicto que resaltan la autoridad burocrática – este término no se aplica sólo a los organismos públicos - y los marxistas o teóricos críticos o de la clase dominante que resaltan la propiedad de los medios de producción



Notas:


[i] Las cifras son orientativas y se han obtenido de Mancionis-Plummer
[ii] Hay que entender que estos comentarios son genéricos, se puede pertenecer a la clase media alta y no tener segunda residencia, por ejemplo.
[iii] Por reproducción social se entiende, dicho de un modo sencillo, la reiteración de las clases sociales, es decir, los hijos repiten la clase social de los padres. Marx fue el inventor de esta idea, decía, “la burguesía se perpetúa en si misma”, para él era un concepto más económico que social. Lo contrario es la movilidad social que representa el paso de una persona de una clase a otra y que, evidentemente, puede ser ascendente o descendente. Hay definiciones más filosóficas de reproducción social que hablan de  reproducción de la totalidad de la vida social pero a los efectos de este artículo me quedo con esta idea de seguir en la misma clase. Yo soy un claro caso de reproducción social, pertenezco a la misma clase social de mis padres, dispongo de más bienes materiales que ellos pero es porque mi clase en la actualidad dispone de más bienes materiales de los que disponía en tiempos de mis padres, pero no ha habido movilidad social.
[iv] El concepto de subclase fue acuñado por el sociólogo norteamericano Charles Murray, pero ha recibido varios nombres a lo largo de la historia de la sociología, Marx hablaba de “proletariado lumpen” o lumpenproletariat, otros han hablado de “clases peligrosas” formadas por indigentes, mendigos y marginados. Marx daba bastante caña a este colectivo, no le parecía que fueran a hacer ningún tipo de revolución, eran casos perdidos.
[v] Evidentemente me estoy refiriendo al dogma neoliberal



Bibliografía:
Sociología
John J. Mancionis y Ken Plummer
Paerson-Prentice Hall
Madrid 2005

Teoría Sociológica Clásica
George Ritzer
McGraw-Hill
Madrid 2001

Estratificación Social y Desigualdad
Harold R. Kerbo
5ª Edición
McGraw-Hill
Madrid 2003

Conceptos fundamentales de sociología
Roberto Garvía
2ª Edición
El libro universitario
Alianza Editorial
Madrid 2003




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El amor en cualquier tiempo y lugar



Yo le doy mi querer al querer
y lo doy para toda la vida
si quisiera vivir de placer
me buscaría un amor de cantina
Fito y los Fitipaldi
Para toda la vida

La palabra “amor” debe ser de las más usadas en nuestro idioma y, bien pensado, en cualquier idioma de los que se habla en este viejo planeta. Decir “te amo” o decir “te quiero” implica que existe un torrente de buenos sentimientos y afectos desde la persona que expresa la frase hacia la persona que la recibe. Pero estos sentimientos son de carácter distinto según el tipo de relación que exista entre esas dos personas, no es lo mismo que la dirija un hijo a un padre, un madre a una hija o se dirija entre los miembros de una pareja.

En la aproximación científica al estudio del amor también hay de todo. Para algunas  ciencias como la bioquímica o la neurología, el amor es un proceso bioquímico en el cerebro del enamorado en el que intervienen sustancias como la norepinefrina, la dopamina y la feniletilamina, que al parecer nos llevan a ese estado de locura transitoria que han cantado todos los poetas que en el mundo han sido. La psicología se centra en los procesos internos de pensamiento y conductas – a veces lunáticas - que se producen durante el enamoramiento. La sociología y la antropología estudian las formas sociales que se producen como resultado del amor, es decir, las formas de matrimonio ó los tipos de familia que surgen, dependiendo de la sociedad y la cultura a la que se pertenezca y el momento histórico en que se esté.

En este artículo nos vamos a referir al amor de pareja y desde el punto de vista de las ciencias sociales, es decir, un pequeño “pot pourri” de psicología social, sociología y antropología[i].

El psicólogo norteamericano Robert J. Sternberg diseñó un gráfico que ayuda mucho a entender las distintas clases de amor de pareja que existen. Muchas de estas clases de amor, en realidad, son fases por las que van pasando las parejas desde que se encuentran y enamoran hasta el momento en que llevan conviviendo durante años. Vamos a echarle un vistazo:

Gráfico de Stenberg (haced clic encima para ampliar)

Como se puede apreciar en el gráfico Sternberg usa tres variables. La intimidad se refiere al sentimiento de cercanía, afecto y unión con el otro. La pasión consiste en un estado de excitación física y mental que roza, cuando no traspasa directamente, la línea de la obsesión por la otra persona. El compromiso, según Sternberg, consiste en que uno quiere a otra persona sin que haya intimidad o pasión. Para mí manifiesta el deseo de convivir con la otra persona y en mantener vivos y funcionando los productos de esa unión.

Steinberg señala que cada una de las tres variables tiene una evolución temporal diferente. La intimidad se desarrolla gradualmente conforme avanza la relación. La pasión es muy intensa al principio y crece de forma vertiginosa, pero suele disminuir conforme la relación avanza, estabilizándose en valores moderados. El compromiso, por último, crece despacio al principio y se estabiliza cuando las recompensas y costes de la relación aparecen con nitidez.

Empecemos con el amor romántico, amor apasionado o enamoramiento. Tal y como señala Steinberg y nuestra propia experiencia, suele producirse en los primeros tiempos de una relación, que es cuando la pasión es más intensa. En nuestra sociedad, en el momento actual, es el modelo cultural del amor, el prototipo. Es el amor de las películas, de las teleseries y de las novelas rosa, de manera que – cuando la gente piensa en el amor de manera abstracta – es muy probable que esté pensando en el amor romántico. En el pasado – y en otras culturas en la actualidad -, cuando había mucho más condicionantes socioeconómicos y religiosos en este asunto del amor, el romanticismo quedaba circunscrito al ámbito de la novela o de la canción.

Los psicólogos Hatfield y Walster definen el amor pasional como un estado de intenso deseo por la unión con otra persona. Según estos autores las características de este tipo de amor serían, en primer lugar, un estado cargado de emociones y excitación fisiológica. Este estado de excitación emocional se ciñe fundamentalmente a la persona amada pero se extiende a casi todos los aspectos de la vida cotidiana. Si el amor es correspondido todo parece más bonito, el invierno parece primavera y permaneces en un estado de felicidad casi completa.

En segundo lugar, el pensamiento del enamorado se dirige con mucha frecuencia hacia la persona amada, se tiende a idealizarla, a difuminar sus defectos  y a desear conocerla en profundidad.

Y, por último, la conducta. Se expresa afecto verbalmente, gestualmente y físicamente mediante besos y caricias y, según el antropólogo Desmond Morris, se manifiestan ciertos rasgos de conducta infantil. Se hacen manifestaciones materiales de cariño como regalos, se ayuda al otro en sus tareas o se proporciona apoyo emocional y moral.

Pero, ¿por qué se enamoran las personas?. Hay diversas explicaciones. Algunas hacen referencia a los orígenes evolutivos del amor, que está orientado a la búsqueda de la pareja adecuada para la procreación, la retención de ésta y el cuidado de la prole. Otros, como los ya citados, Hatfield y Walster, hacen hincapié en procesos psicosociales, en los que son muy importantes la cultura y sociedad en la que se vive. Yo personalmente creo que hay un substrato biológico muy importante, no olvidemos nuestra naturaleza animal y no lo digo de manera peyorativa ya que es muy divertido dejar salir de vez en cuando al primate que llevas dentro, pero la influencia social es tremendamente importante. Por eso la ceremonia de cortejo, los cánones de belleza, la formas de emparejamiento y todo lo relacionado con el amor en general, es tan diferente de una cultura a otra y si se lee un libro de antropología o ves ciertos documentales del National Geographic encuentras a este respecto las conductas más sorprendentes que puedas imaginar. Es tremendamente divertido.

Si la relación avanza, nos encontramos con el amor completo o con el amor compañero, o bien, en una primera fase se vive el amor completo para pasar al amor compañero pasados algunos años de convivencia.

El amor completo es el amor perfecto o casi perfecto, combina los tres componentes definidos por Steinberg, es bastante difícil de alcanzar pero todavía es más difícil de mantener en el tiempo. Suele producirse en los primeros años de relación, cuando una vez superada la fase de enamoramiento o de amor romántico con éxito, se adquieren compromisos de pareja con más o menos formalidad dependiendo de la cultura a la que se pertenezca, desde el matrimonio hasta emparejamientos con mayor o menor formalidad jurídica.

Con el paso del tiempo, los problemas cotidianos, los roces de convivencia, el simple devenir del tiempo, la rutina, la llegada de los hijos o, como dicen los expertos en bioquímica, que el cerebro se acostumbra a las drogas que el mismo secreta o, simplemente, deja de secretarlas, la pasión disminuye y, si se mantiene el compromiso y la intimidad, se alcanza el estado de amor compañero.

En el amor compañero existe una gran preocupación por la felicidad y el bienestar del otro, existe una profunda unión, se comparte todo, posesiones, conocimientos e intimidad. El tono emocional del amor es más moderado que el del pasional, aunque esto no quiere decir que la intensidad del amor sea menor, simplemente que la ternura, el afecto o la satisfacción son emociones más comunes que las pasiones extremas. Este tipo de amor es el típico de las relaciones duraderas, de los matrimonios que cumplen bodas de plata y oro.

En aquellas culturas en las que los matrimonios se conciertan por las familias, como pasaba antaño por estos lares, se puede alcanzar este estado sin pasar por la pasión. Y no resisto la tentación de comentar en este punto que, según nos dice la sociología de la familia, este modelo cultural actual del amor romántico muchas veces no alcanza el compromiso con lo que, una vez desaparecida la pasión, unido al hecho de que la incorporación de la mujer al mundo del trabajo ha traído su independencia económica y de que la sociedad civil se ha secularizado y el refuerzo religioso de ciertas conductas es mucho menor, es muy común que la pareja se desinfle. Sólo hay que mirar las estadísticas de separaciones y divorcios. Sin compromiso, a las primeras de cambio, cuando vienen los problemas, muchas parejas se truncan. Sin embargo, aquellas que están construidas en base al compromiso, como aquéllas que en ambientes rurales formaban nuestros bisabuelos, en las que las familias eran auténticas unidades económicas de producción, los vínculos eran muy fuertes, y las separaciones muy raras. No hay nada que una más que la propia supervivencia.

El amor fatuo es el que acaba en matrimonio enseguida, sin dar tiempo a que nazca la intimidad. Aunque se da en la realidad, es bastante hollywoodiense pues es el argumento de muchas películas del género de la comedia romántica. El ejemplo que se me ocurre es el del típico fin de semana en Las Vegas en el que un pastor de una iglesia inconcebible vestido de Elvis Presley casa al protagonista con una corista maziza de la que se ha prendado. ¿A que este patrón es reconocible en series de televisión y películas?.

El amor vacío es el amor de conveniencia, solo hay compromiso. Ambos cónyuges mantienen la relación sólo por motivos económicos o sociales, pero mantienen en la realidad vidas separadas, al menos en el ánimo. Si desaparece la causa o causas del compromiso, no queda nada que les una. El ejemplo típico sería el matrimonio burgués que mantiene la pareja por el “qué dirán” o por motivos económicos, pero también sería buen ejemplo, el matrimonio de conveniencia para resolver problemas de inmigración.

Del cuadro de Steinberg sólo restaría definir el hecho de gustar y el encaprichamiento. Gustar es un estado previo, existe cierto cariño y amistad que lleva a la sinceridad y al intercambio de confidencias, presentando cierto nivel de intimidad. El que esta situación de gustar pase a mayores ya es harina de otro costal. La cosa puede quedar en el trágico – sobre todo si el rechazado está realmente enamorado – del “Fulanito – o Menganita – es muy majo, pero …”. Ese “pero” tiene mucha semántica.

El encaprichamiento es también evidente, es el amor pasional puro, sin intimidad ni compromiso, es un viaje directo a la carnalidad que pronto se sacia y se termina después de nueve semanas y media. Aún así se pueden cometer las mayores estupideces en este estado.

Hasta ahora hemos visto los distintos tipos de amor de pareja basándonos en el gráfico de Sternberg, el artículo no quedaría completo sin comentar rápidamente las causas más comunes de ruptura, aún a riesgo de que reprochen – no sin razón – de que el artículo es demasiado largo.

¿Por qué se separan las parejas?, ¿qué pone fin al amor?. Existe todo un catálogo de razones que los psicólogos sociales han identificado en sus estudios. Los celos, la insatisfacción con la vida en pareja, la intimidad e implicación en la relación, la rutina y el aburrimiento, la evaluación negativa.

Estar celoso es un estado emocional negativo provocado cuando una persona percibe que su relación amorosa con otra se ve amenazada por una tercera, sea esta real o imaginaria. Los estudios realizados indican que las emociones típicas en estas situaciones son la ansiedad, la tristeza y la ira. La evidencia empírica indica que los celos tienen más probabilidad de presentarse en personas con baja autoestima.

Curiosamente los celos están muy mediatizados por la cultura a la que se pertenece, cuestiones que en una sociedad son fácilmente disculpables en otra son casi crímenes. Por poner un ejemplo curioso las fantasías sexuales con otras personas dejaban indiferente a los miembros de las culturas eslavas, sin embargo, los holandeses se ponían muy celosos, en cambio, bailar con otro cabreaba mucho a los eslavos y los holandeses ni se inmutaban. Eso entre dos culturas judeocristianas europeas, imaginaos las diferencias con respecto a las tribus de Papua-Nueva Guinea.

Otra cuestión curiosa y bastante controvertida entre los diversos autores se produce en torno a las diferencias de actitud ante los celos entre hombres y las mujeres. Diversos estudios indican que las mujeres experimentan con mayor probabilidad celos cuando sus compañeros desvían recursos hacia otra mujer, mientras que los hombres aparecen más preocupados por la infidelidad sexual[ii]. En todo caso, la infidelidad es un camino directo hacia la ruptura, pocas personas la aguantan.

El grado de implicación en la relación que percibe cada miembro de la pareja respecto del otro es, según los estudios, una de las variables más importantes en el mantenimiento duradero de dicha relación. Todo esto teniendo en cuenta que, según un principio psicológico básico, tendemos a dar más importancia a nuestras aportaciones que a las de los demás. Según la Teoría de la Equidad de Hatfield y Traupmann, la gente en una relación compara sus costes y beneficios con los de la otra persona. Si ambos están equilibrados, la relación produce satisfacción y, como resultado, tiene estabilidad.

Otra variable importante es la comunicación. Cuanto más expresan sus pensamientos y sentimientos, cuanto más afecto y comprensión muestran, más le hacen saber al otro que empatizan con él y suelen ser parejas más felices.

También es importante la semejanza. Las parejas funcionan mejor si proceden de ambientes culturales parecidos - las relaciones entre personas de nacionalidad distinta tienen que vencer barreras culturales -,  o de niveles de formación y socioeconómicos  semejantes. Además las parejas, de modo inconsciente, suelen ajustarse para alcanzar un mayor nivel de semejanza, se produce un proceso de cesión al otro de ciertas características de su personalidad. En castellano tenemos el refrán muy descriptivo de esta situación: “dos que se acuestan en el mismo colchón acaban siendo de la misma condición”.

La rutina y el aburrimiento es otra de las causas comunes de ruptura, si no causa directa si puede ser catalizador de otras causas más directamente implicadas en una separación. Aunque se suele citar mucho en las encuestas, no hay muchas experimentos que hayan corroborado está característica. Al parecer, lo que si se ha podido medir en lo estudios, es que las parejas que hacen muchas cosas juntos y tienen muchos en común tienen más probabilidad de durar.

Y por último, hay que hablar de la evaluación negativa. Todos hemos visto algún caso de este fenómeno. Cuando una pareja ya lleva años de convivencia y hace tiempo que pasó por la fase pasional, los defectos del otro – antes ocultos por el velo del enamoramiento – se hacen patentes. Pero, en vez de comprender y aceptar y tener en cuenta que no todos somos perfectos o intentar arreglarlo con la comunicación, se comentan en público, haciendo público escarnio del otro. Este es un camino directo y seguro hacia el conflicto o, cuando menos, un ataque a la autoestima del otro.

Yo no soy nadie para dar consejos, lo que a mi me ha ido bien, no tiene por qué funcionar en otros casos, mis intereses personales, mis carencias, mis virtudes y mis necesidades se acaban en mí, así que no puedo proporcionar una receta mágica para que las parejas funcionen. De todas formas hay una serie de consejos universales que los padres suelen comunicar solemnes a los hijos cuando se casan: el amor, el cariño, la ternura, la complicidad, el respeto mutuo.

Yo añadiría a esa receta dos ingredientes, el primero – se lo oí a Glen Close en una película – todos tenemos días malos. Pues hay que procurar tenerlos en días distintos a tu pareja y comprender cuando el otro está encerrado o atrapado en uno de esos días. El segundo, se lo oí a Paco Rabal en una entrevista, él – que por lo que cuentan no fue un buen ejemplo de marido y en absoluto me parece una conducta a imitar – decía que se había reenamorado varias veces de su mujer a lo largo de la vida. Y reflexionando me dí cuenta de que yo me había reenamorado también varias veces de la mía, no con la pasión de la juventud pero si volviendo a amar todo aquello  que tiene de maravilloso, que es mucho. Quizás ese sea el secreto de una relación larga.


Juan Carlos Barajas Martínez


A Marisa, mi esposa, mi mujer, mi vida.

Bibliografía:

Morales J.F., Huici, C. y cols.
Psicología social
McGraw-Hill
Madrid 1999

Luis Garrido y Enrique Gil Calvo
Estrategias Familiares
Alianza Editorial
Madrid 1993


Notas:

[i] Este artículo está centrado en el amor entre dos personas de distinto sexo. En el caso de la homosexualidad – según autores como Peplau y Gordon citados por Morales y Huici - el proceso es muy parecido, si bien algunos aspectos de tipo cultural, y social, por ejemplo, las actitudes de rechazo, influyen en el desarrollo de la pareja y en sus manifestaciones.
[ii] La razón para esta conducta diferente estriba, según los psicólogos evolucionistas, en los diferentes roles que hombres y mujeres han desempeñado durante la evolución de la especie. El hombre más preocupado con su herencia genética y la mujer más preocupada por la supervivencia de su prole



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El Gran Montaje




Se recomienda la lectura de mi artículo “¡Oiga usted, qué todavía hay clases!” en el que se dan ciertas nociones de estratificación social que son útiles para leer este artículo.

Es bien sabido que en la India, todavía con fuerza a pesar de los años de democracia liberal y derechos constitucionales formalmente reconocidos, existe un grupo de estatus bajo que vive en las peores condiciones imaginables, los que pertenecen a dicho grupo sólo se les permite realizar los trabajos más degradantes y desagradables. Su estatus es tal que los demás les consideran socialmente contaminados y se les prohíbe tener contacto alguno con el resto de miembros de la sociedad. No pueden estar bajo el mismo techo que los demás ni comer o trabajar en su presencia o siquiera mirarlos a los ojos.

Los miembros de dicho grupo, los intocables, nacen dentro del grupo y ya no pueden salir de él, son siempre intocables, no hay posibilidad de ascenso social[i].

Esta situación se ha mantenido igual durante siglos. Salvo alguna rebelión que otra, en general, los miembros del grupo han aceptado su situación con resignación. ¿Por qué?. El refuerzo cultural y religioso, sumamente fuerte, del sistema de castas de la India es la razón principal de esa estabilidad y de esa aceptación pasiva de esa desigualdad.

A los ojos occidentales, tal nivel de desigualdad es inaceptable, sin embargo, existen grandes diferencias económicas y de estatus entre las clases sociales de nuestros países y son también aceptadas, en general, con resignación. Es más, después de los años de desarrollo del Estado de Bienestar desde la posguerra hasta la crisis del petróleo, los niveles de desigualdad han ido creciendo y actualmente, estamos asistiendo en Europa – al socaire de la crisis que vivimos – un ataque sistemático a los derechos sociales que aumenta el grado de desigualdad. De esto ya hemos hablado en otros artículos.

Muchas veces estas situaciones de gran desigualdad se mantienen gracias al uso de la fuerza, en otras ocasiones, a lo largo de la historia, se han utilizado incentivos económicos para el mantenimiento del status quo en sociedades fracturadas. El uso de la fuerza puede ser efectivo a corto plazo pero a la larga es un método ineficaz y costoso. El uso de incentivos puede desembocar en situaciones de falta de acuerdo sobre el precio del mantenimiento del status quo entre las élites y los sectores “comprados”, de manera que como resultado suele estallar un conflicto, la mayor parte de las veces violento.

El medio más eficaz para el mantenimiento de una estratificación social con altas dosis de desigualdad es convencer de algún modo a los que no pertenecen a la élite, de que la desigualdad es moralmente buena, y que los más privilegiados tienen justificación para dar órdenes y recibir una mayor proporción de los bienes y servicios que esa sociedad valora o – por lo menos- para hacer dudar de las alternativas al status quo. Este método para mantener la obediencia social y la desigualdad estructurada es lo que se denomina proceso o función de legitimación.

La sociología, si destaca por algo, es por la falta de acuerdo entre las distintas escuelas o tendencias o paradigmas, a la hora de estudiar un fenómeno. Sin embargo, en el estudio de la estratificación social, existe un amplio consenso en que es necesario algún tipo de proceso de legitimación para mantener el orden social. Donde no hay acuerdo es en las consecuencias, estrategias sociales de las clases y sobre el grado de desigualdad que es necesario asumir para que una sociedad funcione[ii].

¿Pero cómo se consigue que el que está abajo en la pirámide social acepte de buen grado su inferioridad económica, de estatus y de poder?. Pues ha habido diversas técnicas a lo largo de la historia, en función de la cultura, la religión y del grado de desarrollo de la sociedad de que se trate. En el caso de nuestra sociedad industrial, moderna, bajo un régimen político democrático, podemos agrupar dichas técnicas estudiándolas desde dos puntos de vista: el microsociológico - centrándonos en el individuo y apoyándonos en la psicología social – y el macrosociológico – estudiando cómo las élites aprovechan la tendencia psicosociológica del individuo a la aceptación de la desigualdad creando instituciones que refuerzan dicho sentimiento.

Visión micro: el individuo

Cuando los seres humanos viven en sociedad, deben cooperar de algún modo y se establece un concepto de justicia o equidad para repartir los bienes y servicios y reducir de esta manera la posibilidad de conflicto. Por ejemplo, la posibilidad de que las personas que más aportan al bienestar del grupo reciban mayores recompensas.

También existe consenso general, debido a nuestra capacidad para entender los sentimientos de los demás y ponernos en su lugar,  en que  debe haber un cierto apoyo a la distribución basada en la necesidad.

Ambas tendencias, la distribución en función del mérito y la distribución en función de la necesidad, conforman las normas de justicia distributiva. El problema no es que se acepte la desigualdad basada en estas normas sino la ambigüedad que existe en la aplicación de las mismas, en la definición de cuáles son las contribuciones más importantes y cual el grado de recompensa justo o cuáles son las necesidades más importantes y qué es lo justo para satisfacerlas.

Curiosamente las personas que ocupan la parte baja del sistema de estratificación suelen tener una autoevaluación baja y se ven a sí mismos como personas que apenas merecen algo. Según las investigaciones, el origen de clase moldea las aspiraciones educativas y ocupacionales de las personas. Dicho de una manera más chusca, del gueto es mucho más difícil salir.

La gente se inspira en los medios de comunicación de masas para obtener la imagen que de las clases tiene el conjunto de la sociedad, por poner un ejemplo, los héroes de la televisión y el cine raramente pertenecen a la clase trabajadora.

La clase alta suele tener una imagen más positiva de si misma, ocupa posiciones más altas, disfruta de mejores condiciones de vida, tiene subordinados y suele ser más conocida en la comunidad. Desde su posición más confortable, son más capaces de aparentar tranquilidad y control, sin ir más lejos, el superior suele hacer esperar a sus subordinados, dando a entender que su tiempo es más valioso. Como las personas de estatus alto tienen más recursos para dar una impresión favorable de sí mismas, su contribución puede parecer mayor.

De esta manera, cuando una persona llega a tener una evaluación baja de sí misma, puede considerar que tanto sus escasas recompensas como las grandes de los demás son justas, considerando la desigualdad social como legítima.

En las sociedades industriales como la nuestra existe otro sistema que apoya la autoevaluación baja, se trata de la ideología de la igualdad de oportunidades. En las sociedades que carecen de ésta, otras ideologías ayudan a mantener las desigualdades de clase, la más habitual ha sido la religión[iii] . Cuando en Occidente se produjo la revolución industrial, la religión fue cambiando gradualmente por la creencia en la igualdad de oportunidades que ha sido una poderosa herramienta para legitimar la desigualdad.

Según la ideología de la igualdad de oportunidades cualquiera – independientemente de su origen social – puede alcanzar posiciones socioeconómicas de alto estatus por sus méritos. Esta ideología se basa en que las sociedades industriales existe una mayor tendencia a la movilidad social ascendente que descendente. Esto ocurre sobre todo en tiempos de expansión económica o tecnológica, pero el juego es mucho más cerrado de lo que parece, la movilidad es mucho más difícil de lo que se da a entender.

Quizá el caso extremo de aplicación de esta ideología sean los Estados Unidos, en donde existe una creencia muy extendida entre la clase trabajadora en que si uno vale y trabaja lo suficiente puede llegar a ser Presidente[iv].

Ha habido experimentos en ambientes de fuerte creencia en la igualdad de oportunidades que han demostrado que las personas encontraban algún defecto en sí mismas cuando explicaban su estatus relativamente bajo. Y además pensaban que el duro trabajo de toda su vida tendría poco valor si a los que estaban por debajo de ellos se les dieran mayores recompensas.

Visión macro: el proceso de legitimación

Hasta ahora hemos visto como existe una tendencia psicológica a la aceptación de la desigualdad y cómo las personas pueden autocalificarse con un perfil bajo y responsabilizarse de su mala situación con respecto a su estatus social. Ahora vamos a ver como las élites aprovechan esta tendencia para ir más lejos para lograr legitimar las instituciones sociales que generan su poder y privilegios.

Para conseguirlo las élites tienen que usar las normas de justicia distributiva  convenciendo a los que no pertenecen a las mismas de que, en primer lugar, las contribuciones de la élite a la sociedad son proporcionales a las recompensas que reciben y, en segundo término, que las capacidades de las élites son superiores a las capacidades de los que no pertenecen a ellas, ese es el gran montaje.

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Existen dos herramientas básicas para conseguir esto[v]. El sistema educativo y los medios de comunicación de masas.

Las escuelas realizan una función legitimadora, esto explica los numerosos conflictos que hay en todos los países occidentales en torno a lo que se enseña en los colegios y los libros de texto que se utilizan. A lo largo de la historia todos los niños han sido educados para aceptar los valores y las instituciones dominantes de su sociedad. Por esta razón las élites toman a menudo medidas para asegurarse de que el sistema educativo está realizando adecuadamente su función legitimadora.

En España, el conflicto educativo principal gira en torno a dos problemas fundamentales. El papel de la Iglesia en la educación – dicho de otro modo, la tensión entre una visión laica de la educación, asociada a una tendencia más izquierdista y pública, y la visión católica de la educación, de raigambre más derechista y privada - y la tensión entre las visiones educativas de los nacionalismos periféricos y de los partidos de ámbito nacional. Esta es la causa de la sucesión de leyes educativas que hemos tenido desde la recuperación de la democracia.

En el caso de los Estados Unidos, dado que es una cultura muy plural en asuntos de religión, la tensión se produce entre la visión del mundo de los blancos de clase media-alta y las minorías – que normalmente pertenecen a la clase baja -, resolviéndose claramente a favor de los primeros.

En España el sector público en las universidades es todavía muy importante pero en Estados Unidos la financiación de las universidades más respetadas depende de las donaciones de los grandes prohombres y de las corporaciones. Éstos están muy interesados en invertir en las universidades porque dirigen las grandes investigaciones – que proporcionan posteriormente grandes beneficios – y, desde el punto de vista político, son el laboratorio de ideas para diseñar las políticas gubernamentales. Es un gran negocio dominar el sector universitario.

Las élites también utilizan los medios de comunicación de masas para legitimar sus políticas. En primer lugar, respaldan las políticas gubernamentales o de la oposición dependiendo de la adscripción del medio, dándoles publicidad. En segundo lugar son plataformas de divulgación de las visiones del mundo que favorecen la economía y la política dominantes y, por último, ridiculizan las posibles alternativas al sistema imperante.

Los medios totalmente independientes e imparciales pueden minar la legitimidad de las élites y del status quo, pero los que están excesivamente controlados pueden minar la imagen de los propios medios, por lo tanto suelen mantener cierta independencia formal. Pero hay que pensar que las fuentes de financiación proceden de la publicidad y, por tanto, no pueden hacer oídos sordos a las peticiones de las élites. Existen unos límites que no se pueden sobrepasar. Por último los grandes medios se agrupan en grandes corporaciones editoriales que tienen unos intereses económicos y que participan del propio sistema.

¿Es este macroproceso de legitimación, este gran montaje, una gran conspiración?, en opinión del sociólogo norteamericano Harold Kerbo, no lo es por varias razones. Yo destacaría dos. En primer lugar las élites no son monolíticas, un segmento puede estar a favor de unas políticas concretas, otro puede ser partidario de las políticas contrarias, aunque pueden ponerse de acuerdo en mantener las grandes líneas generales del sistema político-económico imperante no existe en principio un plan detallado necesario para poder hablar de conspiración. En segundo término para que fuera una conspiración tendría que ser un secreto, la mayoría de la gente no es consciente del proceso pero existe la posibilidad de obtener información de lo que están haciendo las élites, muchas de sus actuaciones son públicas. Internet es un buen medio alternativo para informarse como ha demostrado la primavera árabe.

Por último querría dejar claras dos cosas, como indica el sociólogo norteamericano Gerhard Lenski, la estratificación social surge del conflicto por los recursos escasos y lleva aparejada la desigualdad. Sin un sistema de estratificación social existiría un conflicto abierto y permanente por la distribución de estos recursos y, según este autor, eso no hay sociedad que lo resista. Otra cuestión es el grado de desigualdad entre las distintas clases sociales. Las fórmulas basadas en claras muestras de injusticia social no son estables, requieren del uso de la fuerza y/o del montaje de grandes aparatos ideológicos para su mantenimiento, por tanto, son abono para el conflicto social. Cuánto más igualitaria y justa es una sociedad, más estable es, ya que los miembros de las capas más desfavorecidas no encuentran razones para oponerse al sistema, prima la idea de que mientras yo viva bien no importa que otros vivan un poco mejor.

Abundando en esto último, las élites económicas actuales – que por cierto tienen mucho de globales – parecen haber aparcado el sentido común y han iniciado un camino vertiginoso por la senda del aumento de la desigualdad en el mundo que puede llevarnos a un futuro muy negro, pues los procesos de legitimación tienen sus límites y a veces las calderas explotan a pesar de las válvulas de seguridad.

En segundo lugar, lectores tengo que ven un tono “izquierdista” en mis artículos, si lo tienen – al menos en los que intento divulgar conceptos de sociología – es completamente involuntario. Es que el mundo es así, y la sociología estudia el mundo real. Todo lo que se ha explicado en este artículo sobre las estrategias sociales de las élites no forma parte del programa de ningún partido político, ni de ninguna soflama revolucionaria, ni del 15-M, sino que es sociología, lo que he explicado aquí se estudia en las Facultades de Sociología y está basado en gran parte en un libro de texto de Harold Kerbo  de la nada sospechosa Universidad Politécnica del Estado de California.



Juan Carlos Barajas Martínez



 Notas:
[i] Menos conocido es el caso de los burakumin (literalmente no humano muy contaminado) en Japón que también se arrastra desde hace siglos. Durante el período Tokugawa, en el siglo XVII, se estableción un sistema de estratificación social del castas, la de menos estatus era precismente la casta burakumin cuya discriminación se arrastra hasta nuestros días, aunque formalmente esté reconocida en la constitución japonesa la igualdad jurídica entre todas las personas. Hay más información en http://es.wikipedia.org/wiki/Burakumin pero si podéis acceder al libro de Kerbo es mucho mejor, se hace una descripción muy completa de la estratificación social en Japón.
[ii] Como digo en el texto principal, las distintas escuelas difieren en sus opiniones acerca de las consecuencias y utilidad del proceso de legitimación. Para los funcionalistas, la estratificación social y la legitimidad de la élite son beneficiosas para todos los miembros de la sociedad. Para la teoría no crítica del conflicto, es decir Weber y seguidores, la legitimación es un medio de dominación de la élite, que no siempre beneficia a todos los miembros de la sociedad. Y para la teoría crítica del conflicto, fundamentalmente los marxistas y neomarxistas, la legitimación es un medio de dominación de la élite que impide que se acepte una economía política generadora de menos desigualdad y explotación.
[iii] Marx fue uno de los primeros en señalar que la religión se ha utilizado para apoyar la desigualdad. La religión es el opio del pueblo”, dejó escrito. Sin embargo su análisis no era completo porque la religión puede servir también para desafiar las desigualdades de poder y privilegio, hemos visto muchos casos a lo largo de la historia.
[iv] La elección del primer presidente afromericano, Barack Obama, ha dado alas a esta visión. Sin embargo, el Sr. Obama no es un afroamericano común y corriente, ha batido muchos récords de integración, estudió en la Universidad de Columbia y en la prestigiosa escuela de leyes de la Universidad de Harvard.
[v] Pero no son las únicas instituciones al alcance de las élites, estas son las más conocidas y evidentes. En Estados Unidos hay cientos de grupos de presión o lobbies que defienden los intereses de los grupos económicos importantes y, además, en gran parte actúan a cara descubierta y de manera legal. Europa es un fenómeno menos desarrollado pero también existen aunque me da la impresión de que actúan con menos visibilidad.

Bibliografía:

Estratificación Social y Desigualdad
Harold R. Kerbo
McGraw-Hill
5ª edición
Madrid 2003






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