El Ostentóreo y la Declaración de Bolonia



Don Jesús Gil y Gil alcalde de la ciudad de Marbella y presidente del Atlético de Madrid

El inefable Jesús Gil y Gil (1) parió una palabra que no se encuentra en el diccionario de la Real Academia, a pesar de que el escritor Francisco Umbral (2) porfió – no sin altas dosis de ironía- por incluirla sin éxito. La palabra es “ostentóreo”. 

Y no estuvo mal Don Jesús pues, aunque fue creación involuntaria, atinó con la palabreja ya que es fusión de otras dos que si tienen sentido: ostentoso y estentóreo. Ostentoso es adjetivo sinónimo de llamativo, que llama la atención por su apariencia lujosa o aparatosa y tiene un carácter la mayor parte de las veces peyorativo. Estentóreo se dice de aquellas voces que retumban, que suenan firmes, ruidosas y fuertes. Así que la fusión de ambas podría aplicarse a personas, animales o cosas, que son aparatosas, firmes, retumbantes, con tanto boato o firmeza que te sientes apabullado y, en el caso de las personas, son tan contundentes y de opiniones tan notorias que te callas en su presencia y, las personas como yo de natural sensatas y de buen carácter, dejan pasar como pasa el viento del norte.

Pues bien, yo conozco a personas ostentóreas. En concreto conozco a un empresario, con el que me une una de esas relaciones no muy estrecha pero si continua e inevitable, que es el prototipo de la ostentoriedad. Le veo pocas veces, siempre intento evitarle o despacharle tan pronto como pueda, para evitar tener que oír opiniones tales como “todos los funcionarios son corruptos” o “si se colgara de la cuerda a uno o a dos todo sería distinto”. 

Una vez en una fiesta de cumpleaños, con un ambiente distendido de copa en la mano y tarde veraniega, en un jardín inmaculado de los alrededores de Madrid, en aquella época en la que la aplicación del proceso de Bolonia (3) estaba en el horizonte pero todavía no había llegado, dijo de manera ostentosa con su estentórea voz: “no sé por qué protestan tanto si al fin y al cabo Bolonia está muy bien, ¿cuántas asignaturas estúpidas, que te hacían perder el tiempo, estudiamos en la carrera?”.  

Su comentario mereció cierto consenso de aquellos que no lo conocían lo suficiente – al fin y al cabo todos hemos tenido asignaturas que nos resultaron odiosas - y le animaron con respuestas de aprobación lo que dio alas al ostentóreo, que encontró en el auditorio un terreno abonado a su filosofía. Después de aumentar la radicalidad de su discurso terminó con un “¿Para qué necesita un ingeniero saber de lengua?”, “¿para qué necesita un filólogo saber de matemáticas?”.

Al llegar a este punto había perdido ya las miradas de admiración y contemplé divertido los esfuerzos de algunos de salir de aquel círculo que se había formado alrededor de él. “Hombre, no está de más que el ingeniero tenga una culturilla y que al filólogo no le engañen con las vueltas de la compra” – le dije yo dándole una salida - “No seas básico, sabes perfectamente lo que quiero decir”- contestó dándome un portazo en la cara.

El ostentóreo simplificaba mucho el asunto, tenía una forma grosera de decir las cosas pero fijaba su punto de mira en uno de los debates principales que, acerca de la Declaración de Bolonia y del proceso subsiguiente, se ha mantenido en los últimos años: las consecuencias que para la formación de los profesionales tiene la especialización de los estudios que preconiza el acuerdo boloñés.

Pero empecemos por el principio, ¿qué es el proceso de Bolonia?. La Declaración de Bolonia fue un acuerdo que en 1999 firmaron los ministros de Educación de la mayoría de los países de Europa, tanto de la Unión Europea como de otros países que en general no suelen formar parte de este tipo de convenios como Turquía o Rusia. 

La idea era poner en marcha un proceso de convergencia hasta constituir en 2010 un espacio universitario común en el que las titulaciones fueran equivalentes y directamente homologables. 

Este es el Espacio Europeo de Educación Superior que - para conseguir el intercambio de titulaciones, estudiantes, profesores e investigadores – ha establecido un grupo de  medidas entre las que destacan: un sistema de titulaciones “legible” y comparable basado en tres ciclos – grado, máster y doctor – copia del sistema anglosajón al que se le atribuye virtudes incontestables, una especie de “euro académico” el llamado crédito ETCS (European Credit Transfer System) que corresponde a unas 25 a 30 horas  lectivas y que es la herramienta con la que se homologan los títulos entre países firmantes, el aprendizaje basado en una evaluación continua del estudiante y con un carácter práctico y, por último en línea con los tiempos que corren, que las universidades se financien con medios propios y que no sea el Estado el que apechugue con las facturas o, al menos, lo haga progresivamente en menor medida.

En definitiva, se trataba de globalizar el sistema educativo y eso no es esencialmente malo ni bueno, es más, si revisas los objetivos es difícil encontrar alguno con el que estar en desacuerdo. Cómo estar en desacuerdo con que el título académico de mis hijos se homologue de forma casi automática en todos los Estados de Europa o que se les evalúe continuamente en vez de jugarse la asignatura al todo o nada de un examen final.

Luego en principio debería ser un proceso este de Bolonia bueno para los países, ciudadanos y empresas, sin embargo tuvo que soportar mucha oposición de los sectores implicados. Pero claro, todo depende de cómo se hagan las cosas, también el sueño de una Europa unida era dulce y nos estamos ahora adentrando en una pesadilla “orwelesca” con unas instituciones poco democráticas y pactos a espaldas de los ciudadanos. Precisamente una de las principales críticas al proceso ha sido, como en su día expresó el catedrático de filosofía Manuel Cruz (4), la falta de un debate abierto en el que pudieran participar todos los sectores afectados sino que las autoridades académicas designaron comisiones técnicas que decidieron sobre las cuestiones esenciales del mismo, al menos en España.

Muchos eminentes sociólogos han destacado que el sistema educativo tiene como función principal, no la educación y formación de las personas que es el objetivo reconocido, sino la selección del personal con vistas al mercado de trabajo. Talcott Parsons (5), que describe el sistema educativo norteamericano, Baudelot y Establet (6), que se centran en un caso más cercano a nosotros como es el francés, destacan que este proceso de selección comienza desde la escuela primaria, en la que se realizaría una primera selección basada en el rendimiento pero con una fuerte influencia del nivel social de las familias de los alumnos. Ya hemos visto en otros artículos que las aspiraciones educativas reciben la influencia de los padres y del grupo de compañeros. Los padres de clase alta suelen animar más  sus hijos a ir a la universidad y les proporcionan modelos de rol que les llevan a tener aspiraciones educativas altas (7).

En la educación secundaria se efectuaría la bifurcación definitiva entre los que van a proseguir los estudios y los que se van a competir al mercado de trabajo, en este proceso de selección vuelve a influir de manera primordial el estatus socioeconómico de las familias. 

Pero, ¿ahí termina la selección?. Evidentemente no, la selección continúa en la universidad. Bowles y Gintis (8) aseveran que los empleadores han aprendido por experiencia que las credenciales académicas actúan como sucedáneos de las cualidades que ellos consideran importantes. El credencialismo es un buen predictor del nivel de desempeño que el futuro empleado puede llegar a ofrecer, además es legal pues los títulos están reconocidos por el Estado y existe un amplio consenso social para su aplicación, a lo que habría que añadir que son muy baratos para las empresas pues es el Estado y las familias las  que se hacen cargo de los costes. Ahí está la raíz del fenómeno que popularmente se ha conocido como “titulitis” y de manera más profesional como credencialismo (9).

En este sentido, el proceso de Bolonia, podría plantearse como una vuelta de tuerca en este sistema de selección de personal. Veamos, el nuevo sistema ha supuesto un aumento de la especialización de las titulaciones. Uno de los objetivos de la reforma era la racionalización y reducción de las titulaciones, sin embargo el número de titulaciones distintas se multiplicado por tres, ¿por qué?. Pues porque el objetivo real perseguido era la especialización de los estudios. 

Por ejemplo, anteriormente existía un único tipo de ingeniero informático con una formación general, cuando llegaba a la empresa se especializaba por ejemplo en ingeniería del software y más concretamente, en programas de gestión de empresas. Gran parte de esa especialización corría a cuenta de la empresa, mediante cursos de formación específica y mediante la participación en proyectos concretos, dado que en vez de cobrar por un analista “senior” se tarifaba por un analista “junior”, o bien, engañaba al cliente dando gato – “junior” – por liebre – “senior” -. Si con el nuevo sistema de Bolonia se crea una titulación de grado en ingeniería de software, parte de esa formación posterior en la empresa no es necesaria. Si se crea una titulación de grado de ingeniería del software en gestión de empresas, todavía es menor el coste de formación por parte de la empresa. Y, ¿sobre quien recae el coste?, sobre los que pagan la matrícula universitaria: la familia y el Estado. Y como el Estado está en franca retirada en esto de pagar en cuestiones sociales – eso ya no se lleva - pues la gran perjudicada de todo este asunto es la familia que sufre una subida continua de las tasas académicas.

Por eso no es de extrañar que en 1995 – cuatro años antes de la Declaración de Bolonia -, la European Round Table of Industrialists o Mesa Redonda de los Empresarios Europeos que es un lobby que agrupa a las empresas multinacionales europeas, publicó un informe en el que se presentaba su visión sobre los procesos de educación y aprendizaje cuyas aspiraciones se acercan mucho a las conclusiones del acuerdo final. De esta manera la visión crítica frente al proceso de Bolonia afirma que el poder económico europeo, formado por éste y otros lobbies, ha sentado las bases de la reforma universitaria. Para los críticos, esta reforma al servicio y mayor gloria de la empresa privada, se ha querido camuflar entre los cambios que se juzgan positivos por la mayoría de los actores implicados.

El caso es que puede ser que la reforma sea buena para las empresas, pero, ¿lo es para las personas?. El gran sociólogo francés Pierre Bourdieu (10) hablaba de títulos de nobleza escolar y los definía como aquella titulación académica que aparte de garantizar formalmente una competencia específica – como el título de ingeniero – garantizaba la posesión de una “cultura general” tanto más considerable como prestigiosa era la titulación. Bourdieu ponía el ejemplo de que, en Francia, los títulos de las “Grandes Ècoles(11) garantizaban una competencia que se extendía mucho más allá de los que se suponía que garantizaban. Todo ello porque se exigía de manera tácita a los poseedores de esos títulos que se hicieran con esa cartera de conocimientos aunque no se exigiera formalmente. Esto está en la antítesis del ingeniero iletrado que preconizaba mi ostentóreo conocido y parece que también está en la antítesis de lo que preconiza la reforma de Bolonia. Me gustaría saber de qué manera han gestionado en las “Grandes Ècoles” parisinas las reformas derivadas de la Declaración de Bolonia, supongo que habrán incrementado la parte tácita de las exigencias culturales. En cualquier caso, una mayor especialización lleva a alejar los estudios universitarios de los títulos de nobleza escolar hacia títulos académicos plebeyos. El que quiera nobleza cultural, o simplemente una culturilla general, que se la pague.

Pero voy a ir un poco más lejos. Si algo demuestra el funcionamiento de la sociedad del siglo XXI es que el entorno general en el que vivimos es terriblemente cambiante, dinámico, muy dependiente de la moda y del último grito y no estoy hablando solamente del vestido, hablo de todos los sectores sociales,  y el mercado de trabajo no es una excepción. Me gustaría saber en qué academia militar estudió el general chino que dirige esa mítica división de ciberguerra que dicen que hay en Shangai, probablemente fue cadete de caballería. El licenciado en derecho, farmacia, sociología, informática o medicina que no está al corriente de lo que se cuece en su profesión, que no lee revistas especializadas ni realiza cursos de puesta al día queda completamente desfasado. 

El mercado de trabajo está sujeto a vaivenes continuos, hoy se necesitan fisioterapeutas pero mañana pueden ser bromatólogos o neurocirujanos o fontaneros. Pero dentro de una misma profesión también ocurre, volviendo al ejemplo de antes, el perfil de un ingeniero de software cambia continuamente según el paradigma de desarrollo en boga en ese momento o el tipo de aplicación informática que se necesite, ahora por ejemplo están muy de moda las aplicaciones para dispositivos móviles. Por lo tanto, en un mundo tan cambiante, la especialización excesiva puede conducirte directamente a la cola del paro, simplemente porque la especialidad en la que eres experto ha dejado de tener interés económico. Puede resultar que para prepararte para el futuro y blindarte ante los cambios del mercado de trabajo tengas que hacer varios grados diferentes, o combinaciones de grados y másteres, que te den acceso a especialidades distintas.

Así que el proceso  puede ser bueno para las empresas pero no parece que sea tan bendito para las personas y las familias. Y esto me preocupa, porque mis hijos están en edad de merecer y me tendré que rascar el bolsillo para financiar estancias largas en la universidad, un bolsillo muy raído por la crisis. Otros habrá que no puedan pagarlo cuando antes sí podían. Como decía mi madre: “no tengo propiedades ni fortuna yo sólo podré dejar a mis hijos una cultura”. De eso se aprovechan, los padres intentamos dar a los hijos la mejor formación posible e intentar dotarles de recursos ante un mundo que estamos dejando a las nuevas generaciones, tan hostil y cambiante, tan amante de los poderosos, buscón del beneficio a corto plazo por encima de todo y de todos.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo y padre

Notas:
  1. Jesús Gil y Gil fue alcalde de Marbella y presidente del Atlético de Madrid C.F. Para obtener más información pulsa aquí.
  2. Francisco Umbral fue escritor y periodista español miembro de la Real Academia. Para obtener más información pulsa aquí.
  3. Para obtener más información acerca del Proceso de Bolonia pulsa aquí.
  4. Manuel Cruz es catedrático de filosofía de la Universidad de Barcelona. Para obtener más información pulse aquí
  5. Talcott Parsons fue un sociólogo norteamericano, máximo exponente del Funcionalismo Estructural, para más información pulsa aquí
  6. Christian Baudelot es un sociólogo francés especializado en sociología de la educación. Para más información pulsa aquí. Roger Establet es un sociólogo francés especialista en sociología de la educación. Para más información pulsa aquí.
  7. Ver el artículo en este mismo blog “Investigación sobre el logro de las personas”.
  8. Samuel Bowles es un economista norteamericano profesor de la Universidad de Massachusetts para más información pulsa aquí. Herbert Gintis es matemático, y economista norteamericano, profesor de la Universidad de Massachusets. Para más información pulse aquí.
  9. El credencialismo es un término usado para describir, a menudo despectivamente, la excesiva dependencia de las credenciales, por ejemplo los títulos académicos, a la hora de la asignación de roles o estatus social.
  10. Pierre Bourdieu fue un sociólogo francés, una figura destacada de la sociología de la segunda mitad del siglo XX. Para obtener más información pulsa aquí
  11. Grandes Ècoles son establecimientos públicos y privados franceses de educación superior en los que se forman a las élites de ese país. Para más información pulsa aquí
Bibliografía
La Distinción
Títulos y cuarteles de nobleza cultural
Pierre Bourdieu
Editorial Santillana
Madrid 1998

El fracaso universitario en la Universidad Politécnica de Madrid
Juan Carlos Barajas Martínez
Web de Sociología de Carlos Manzano

La investigación sobre los logros de las personas
Juan Carlos Barajas Martínez
Sociología Divertida

La descomposición de la universidad
José Luis Pardo
Diario El País 10/11/2008

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El Ostentóreo y la Declaración de Bolonia por Juan Carlos Barajas Martínez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

De cuando la sociología daba sus primeros pasos

Gráfico de relaciones entre autores en los comienzos de la sociología. No he podido poner todas las relaciones pero están las básicas.

Maintenant que l’esprit humain a fondé
la physique céleste, la physique terrestre,
soit mécanique,  soit chimique, la physique organique,
soit végétale, soit animale, il lui reste á terminer
le système des sciences d’observation en fondant
la physique sociale

Ahora que el espíritu humano ha fundado
la física celeste, la física terrestre,
ya sea mecánica o química; la física orgánica,
ya sea vegetal o sea animal, le queda para
terminar el sistema de las ciencias de la observación
fundar la física social

Cours de philosophie positive I
Auguste Comte (1798-1857)



Como ya hemos tratado en otros artículos (1), durante muchos años, durante muchos siglos, desde que se inventó la agricultura y el ser humano se hizo sedentario hasta que el mundo se industrializó, la forma de vivir de las personas era más bien sencilla, lo que no quiere decir que fuera fácil.
Se vivía en comunidades estables. La gente nacía, crecía, trabajaba, se casaba y moría como había hecho la generación anterior, como sus abuelos y bisabuelos. No había grandes cambios, se obedecían a los mismos poderes, el señor era el señor, al señor lo sucedía su hijo y a éste el nieto. Las ideas que gobernaban el mundo eran prácticamente las mismas, Dios te había puesto en tu lugar y Él sabía por qué, y a ver quién era el guapo que discutía ese orden divino. Y en las creencias lo mismo, no diré que al cura le sucedía el hijo del cura por motivos obvios, pero al cura le sucedía otro cura semejante que amenazaba con los mismos castigos ante los mismos pecados y ofrecía el mismo consuelo ante los mismos sufrimientos, consuelo y resignación, una buena receta para mantener el status quo. El parroquiano de aquellos entonces no viajaba, raramente salía de su comarca, conocía su aldea, las aldeas vecinas y el pueblo importante más próximo, en donde se celebraban, los días de mercado, las ferias donde colocar los productos que obtenía de la cosecha o del ganado.
¿Para qué se necesitaba entonces una ciencia como la sociología?, pues francamente para nada. Bastaba con los escritos sociales de unos cuantos filósofos griegos actualizados con la visión cristiana de la vida.
Pero la cosa cambió a finales del siglo XVIII, aunque bien es verdad que los cambios sociales llevaban gestándose desde hacía mucho tiempo. A  fines del XVIII y durante  del siglo XIX vinieron a coincidir una serie de fenómenos sociales que transformaron el mundo, la vida de las buenas gentes cambió radicalmente, la sociedad se hizo mucho más compleja y se hizo necesario analizar, estudiar y explicar la cuestión social y para ello nació la sociología como ciencia.
¿Pero cuáles fueron esas fuerzas sociales que surgieron en esa época y que cambiaron el mundo de forma tan profunda?. Según Ritzer (2) estas fuerzas sociales fueron: las revoluciones políticas, la revolución industrial y el nacimiento del capitalismo, el surgimiento del movimiento obrero, el cambio religioso, la urbanización y el progreso de la ciencia. Vamos a ver cada una de ellas con más detenimiento.
A partir de la revolución americana de 1776 y con la clara preponderancia de la revolución francesa de 1789, se produjeron a lo largo de siglo XIX una larga serie de revoluciones políticas que promovieron un cambio en las clases sociales dominantes,  cambios sobre la concepción de la libertad política, de la identificación de la persona como ciudadano, se produjo el advenimiento del parlamentarismo y, al final del proceso en las postrimerías del mismo siglo, se asistió a los comienzos de la democracia liberal. Este proceso constituyó la causa principal de la aparición de la sociología pero sorprendentemente, en vez de serlo por sus efectos positivos, lo que llamó la atención de los primeros teóricos de la sociología fueron sus efectos negativos inmediatos, estos autores se sintieron preocupados por el caos y el desorden que reinaron después de las revoluciones. Probablemente por esta razón, porque la Revolución Francesa fue especialmente cruenta, estos primeros desarrollos teóricos se realizaron en Francia. Podemos afirmar que la sociología nació o se inventó en este país.
La revolución industrial, de la que hemos hablado también en otros artículos, constituyó un conjunto de acontecimientos que trajo un nuevo modo de producir que culminó en la transformación del mundo occidental de un sistema básicamente agrícola a un sistema industrial poniendo a las fábricas y sus chimeneas humeantes en los paisajes cotidianos. Esta nueva economía coincidió con la eclosión del ideal del libre mercado, la acumulación de capital y, con ellos, los primeros síntomas del sistema financiero y de los holdings de empresas.
Una gran cantidad de obreros acudió a esas fábricas a trabajar, las condiciones eran penosas, muchas horas de trabajo a cambio de salarios de subsistencia, mientras que los propietarios obtenían grandes ganancias. La consecuencia de ello fue la reacción en contra del sistema industrial y en contra el capitalismo en general, esta reacción fue tomando cuerpo y produjo el nacimiento del movimiento obrero. La clase obrera se organizó y constituyó organizaciones sindicales y políticas.
Esta mano de obra que acudió a las fábricas salió del campo y se fue a la ciudad que es donde se construían las fábricas. Las ciudades crecieron en la misma medida que el campo se despobló. A este proceso se le ha llamado urbanización. Proceso que no estuvo exento de problemas como la contaminación ambiental, el hacinamiento, la falta de higiene y el desabastecimiento, entre otros.
Los cambios sociales producidos a partir de las revoluciones políticas, la revolución industrial y el progreso científico y tecnológico y la urbanización tuvieron un profundo efecto en la religiosidad. Se comenzó un proceso de secularización de la sociedad que llamó la atención de los teóricos y que todavía parece que no ha terminado.
Ese progreso científico y tecnológico, herederos del espíritu de la Ilustración, impregnó todos los aspectos de la vida cotidiana y adquirió un fabuloso prestigio. A los grandes prohombres de la ciencia se les otorgaban lugares preferentes en la sociedad. Los primeros sociólogos se preocuparon desde el principio por la ciencia y trabajaron por modelar a la teoría sociológica como una aplicación del método científico.
No quiero parecer ordinario pero, como decía mi madre, después de todos estos cambios a la sociedad no la reconocía ni la madre que la parió. A la gente le cambiaron su lugar de residencia, su forma de trabajar, sus estilos de vida, sus costumbres y sus ideas. La sociedad se hizo mucho más compleja. Se hizo necesario inventar la sociología.
De esta manera, ya tenemos definido el sustrato sobre el que se desarrolló la sociología. Vamos ahora a hacer el desarrollo lineal del momento histórico preciso en que ésta nació. Para ello tenemos que volver al siglo XVIII y a la Ilustración.
La Ilustración fue un período de notable desarrollo y cambio intelectual en el pensamiento filosófico. Se caracterizó por la creencia de que las personas podían comprender y controlar el universo mediante la razón y la observación empírica, de ahí a pensar en que del mismo modo que ese universo se rige de acuerdo con leyes naturales las sociedades humanas siguieran también sus propias leyes naturales había sólo un paso y a ello debía dedicarse el filósofo. Una vez comprendida esa dinámica social se podría diseñar un mundo más racional y mejor acomodado a dichas leyes. Los autores principales de la Ilustración fueron Montesquieu (3) y Rousseau (4), y ambos tienen aspectos en su obra que anticipan los temas y modos de la futura teoría sociológica.
La Ilustración tuvo su contra-ilustración después de la Revolución Francesa, que en su versión más extrema estuvo representada por la corriente contrarrevolucionaria católica, que atacaron a la Ilustración y al proceso revolucionario, al que consideraban un subproducto del pensamiento general de la Ilustración.
Los autores más conocidos de esta corriente de pensamiento fueron Louis de Bonald (5) y Joseph de Maistre (6). Ambos expresaban un notable disgusto ante los cambios revolucionarios, consideraban a Dios como el arquitecto de las sociedades y, como creación divina, nadie tenía derecho a cambiarla o manipularla. De Bonald echaba de menos los buenos viejos tiempos y anhelaba una vuelta a los días de la Edad Media. Un auténtico progresista vamos.
Estos filósofos católicos se alejaron del racionalismo de la Ilustración, reconocían los aspectos irracionales de la vida social – por ejemplo el patriarcado, los ritos, la tradición, la religión - y les asignaban un valor positivo. Con ello investigaron acerca de formas sociales que no habían preocupado a los filósofos de la ilustración más dirigidos a lo natural que a lo humano. Así, fueron los primeros que llegaron a la conclusión de que una sociedad se componía de elementos tales como los roles, posiciones, estatus, relaciones, estructuras e instituciones. Pusieron el énfasis en la familia como unidad de estudio. Hicieron una primera aproximación al estudio de la sociedad como un conjunto de partes – sistemas diríamos actualmente – interrelacionadas e interdependientes. En resumen, avanzaron en muchos asuntos que luego han sido temas de estudio muy importantes en la sociología. Es por esto, por lo que autores como Ritzer y Zietlin (7) afirman que la sociología debe mucho tanto a la Ilustración - su tradición científica y empirismo - como a la oposición a la Ilustración - por su preocupación por las estructuras sociales y el orden social.
Ya estamos a punto de llegar a la fundación real de la sociología. El siguiente autor en esta línea evolutiva fue Claude de Saint-Simon(8). Saint-Simon representa como nadie lo que hemos afirmado en el párrafo anterior, seguía ambas tradiciones, la conservadora - pretendía salvaguardar a la sociedad tal y como estaba, eso sí, sabía de sobra que ya no se podía volver a la Edad Media - y la de la ilustración - era positivista, es decir, pretendía el conocimiento del entorno físico y social a partir de la observación y la experimentación.
Saint-Simon destaca sobre todo por su influencia en autores posteriores. Influyó enormemente en el siguiente autor que vamos a ver, Auguste Comte(9)(10), pero también, por oposición a sus ideas, en la tradición sociológica marxista. Saint-Simon postulaba la planificación centralizada del sistema económico, previó el hecho de que los capitalistas sustituirían a la nobleza feudal aunque le parecía inconcebible que la clase trabajadora pudiera sustituir en algún momento a los capitalistas.
Y ya llegamos al nacimiento oficial de la sociología o, al menos, a la primera vez que se usó el término sociología, fue Comte en 1822 el primero que lo utilizó, aunque él prefería otro término que usó mucho más: “física social”(11), que resaltaba el carácter científico de la sociología comparándola con la reina de las ciencias naturales.
La obra de Comte enlaza con la tradición cultural que hemos seguido desde el principio, es decir, Ilustración-Revolución-Contrarrevolución. Puede considerarse, al menos en parte, como una reacción contra la Revolución Francesa y la Ilustración, también a él le perturbaba el caos que reinó en la sociedad durante la misma. Desarrolló su perspectiva científica, el positivismo, como medio para atajar la para él filosofía destructiva de la Ilustración.
Esta nueva ciencia de la física social o sociología, sería la ciencia dominante, por encima de todas las demás, pues permitiría reconstruir la sociedad hacia un mundo gobernado por científicos que interpretarían las leyes sociales y desarrollarían las reformas que resolverían todos los problemas del sistema social. En un determinado momento sobrepasó los límites de la sensatez cuando la elevó a la categoría de religión.
Pero no todo lo que dijo o escribió tuvo este carácter iluminado. Dividió su física social en dos grandes partes, la “dinámica social” y la “estática social”, ambas por comparación con las partes de la física de idéntico nombre. La estática social consistía en el estudio de las estructuras sociales y la dinámica social sería el estudio de los cambios sociales, hay que decir que todavía hacemos esa distinción metodológica. Su sociología no se centraba en el individuo sino que empleaba como unidad básica de análisis entidades más complejas como la familia. Comte insistía en el carácter sistémico de la sociedad y en los vínculos existentes entre sus diversos componentes,
Estas ideas tuvieron una gran importancia para la teoría sociológica posterior. Comte influyó notablemente en Spencer (12), con el que comenzó la sociología en el Reino Unido, también influyó en Parsons, traspasando el umbral del siglo XX e influyendo en el funcionalismo norteamericano. Pero sobre todo influyó en Emile Durkheim (13).
A Durkheim se le considera otro de los padres de la sociología. Es, como los autores anteriores, heredero de esa tradición conservadora francesa que empieza con Bonald y De Maistre y, al mismo tiempo, fue capaz de manifestar un gran interés por el método científico por lo que en cierto modo también era heredero del espíritu de la Ilustración.
La obra de Durkheim es tan importante y larga que sobrepasa los fines de este artículo. Sólo vamos a analizar su contribución al afianzamiento de la sociología como ciencia. En 1895 publicó Las reglas del método sociológico, libro en el que desarrolló una concepción distintiva del objeto de estudio de la sociología respecto del resto de las otras ciencias. La tarea específica de la sociología era el estudio de lo que él denominaba hechos sociales, entendidos como fuerzas y estructuras externas al individuo, y de las estructuras sociales entre las que destacaba a las instituciones. En definitiva, en dicho libro diseña una metodología específica  para la sociología que él mismo puso en práctica en otro libro, el suicidio, de 1897. Con este tema, el suicidio, Durkheim intentó demostrar la utilidad de su enfoque sobre la investigación sociológica relacionando por primera vez un comportamiento individual – el suicidio -  con causas o hechos sociales – una guerra o una depresión económica por poner dos ejemplos-.
Durkheim fue el primero en establecer formalmente a la sociología como disciplina académica cuando en 1913 fue nombrado profesor de ciencias de la educación y de sociología en la Sorbona. Su influencia sobre una de las escuelas sociológicas más importante, el funcionalismo, de gran predicamento en los Estados Unidos, es más que notable.
Pero la sociología no se quedó en  Francia, a mediados del siglo XIX, como ya hemos visto, Comte influyó en Spencer que a su vez monopolizó a la sociología británica durante muchos años. En Alemania, Saint-Simon no fue la principal influencia de Marx, para eso están Hegel (14) y Feuerbach (15), pero fue lo suficientemente importante como para reconocerla en sus escritos sociológicos, este mismo autor estuvo muy influido por el espíritu de la  Revolución Francesa. Marx tuvo mucha influencia positiva en la sociología crítica posterior y, por oposición a sus ideas, en los grandes maestros de la sociología alemana Weber (16) y Simmel (17). El funcional-estructuralismo, una escuela sociológica muy importante con gran tradición en los Estados Unidos, es tributaria de las ideas de Comte y Durkheim. Ya sea por oposición o por coincidencia con las ideas de los autores que hemos citado en el artículo, y de otros autores que les siguieron con el tiempo, la sociología nació como ciencia y se extendió por un lado geográficamente y, por otro, en las teorías que intentan dar sentido a esa realidad tan compleja que es la sociedad, hasta configurar la ciencia que conocemos hoy en día, casi 200 años después de que Comte tuviera la feliz idea de darle nombre.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo


Notas
  1. Este asunto se trató en el artículo “Sociología: La Ciencia que Molesta” del que me he permitido el lujo de copiar los tres primeros párrafos porque me gustan mucho.
  2. Para obtener más información sobre George Ritzer pulsa aquí
  3. Para obtener más información sobre Montesquieu pulsa aquí
  4. Para obtener más información sobre Rousseau pulsa aquí
  5. Para obtener más información sobre De Bonald pulsa aquí
  6. Para obtener más información sobre De Maistre pulsa aquí
  7. Irving M. Zeitlin es profesor del departamento de Ciencias Sociales de la universidad de Toronto, Canadá. Ha publicado numerosos libros de teoría sociológica.
  8. Para obtener más información sobre Saint-Simon pulsa aquí
  9. Para obtener más información sobre Comte pulsa aquí
  10. Comte tuvo una relación muy estrecha con Saint-Simon, fue su secretario personal pero salieron tarifando y la amistad se trocó en odio
  11. Según Giddens, Comte acuñó el término sociología para referirse al nuevo campo de estudio porque sus rivales también usaban el término física social y quiso distinguir su perspectiva de la de los demás.
  12. Para obtener más información sobre Spencer pulsa aquí
  13. Para obtener más información sobre Durkheim pulsa aquí
  14. Para obtener más información sobre Hegel pulsa aquí
  15. Para obtener más información sobre Feuerbach pulsa aquí
  16. Para obtener más información sobre Weber pulsa aquí
  17. Para obtener más información sobre Simmel pulsa aquí


Bibliografía:

Teoría Sociológica Moderna
George Ritzer
5ª Edición
ED. McGraw-Hill
Madrid 2001

Los orígenes de la Teoría Sociológica
María C. Iglesias, Julio R Aramberri y Luis R. Zúñiga
2º Edición
Akal
Madrid 1989

Sociología
Anthony Giddens
3ª Edición
Alianza Editorial
Madrid 2000



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