La Revolución



Me parece estar viéndolos. Con sus hoces y sus martillos y sus banderas rojas desplegadas en todas las manifestaciones estudiantiles. Aquéllos jóvenes revolucionarios de mi juventud, de la Organización Revolucionaria de los Trabajadores, del Partido del Trabajo o del Movimiento Comunista, todos ellos maoístas, o los de la Liga Comunista Revolucionaria, estos últimos trotskistas, pero todos ellos con una idea clara: la revolución para llevar a cabo un cambio radical en el modelo de sociedad. Comparados con ellos, el actual partido Podemos no pasa de ser un partido socialdemócrata que no persigue un cambio revolucionario, pero claro, nos hemos vuelto muy poco tolerantes hacia lo “radical” después de treinta años de viaje neoliberal.

¿Qué es una revolución?, ¿qué esperaban poder hacer aquellos jóvenes comunistas?, ¿cuáles son las condiciones para que se produzca un cambio revolucionario en una sociedad y momento histórico concreto?, ¿cuál es la mejor manera de analizar los movimientos sociales de protesta y su deriva hacia un movimiento revolucionario?. Tengo claro que la revolución rusa y la francesa fueron revoluciones pero, ¿lo fue la revolución de los claveles o la de los países del Este después de la caída del telón de acero?. Vamos a intentar responder a estas preguntas a lo largo de este artículo.

Las primeras revoluciones modernas se produjeron en el siglo XVIII, primero la revolución americana de 1776 y a continuación la revolución francesa de 1789. Estas revoluciones pusieron sobre la mesa los ideales de libertad, ciudadanía y soberanía popular. Durante el siglo XIX hubo revoluciones periódicas en los países europeos en 1820, 1830, 1848, 1868, 1871 y las revoluciones latinoamericanas entre 1808 y 1820 que extendieron los ideales liberales de la revolución francesa de manera que su influencia llega hasta nuestros días a casi todos los sistemas políticos occidentales.

En el siglo XX las revoluciones llegaron a los países en desarrollo, destacan las de México, Rusia, Turquía, China y Cuba. En concreto la revolución rusa de 1917 nos prestó una serie de nuevas enseñanzas. En primer lugar sobre cómo influye un trasfondo de guerra en el descontento social hasta el punto de saltar la chispa revolucionaria. En segundo lugar, la revolución de octubre, mostro la fuerza revolucionaria del campesinado que hasta ese momento estaba considerado como un sector contrarrevolucionario o, al menos, tan conservador que no se esperaba de los campesinos ninguna aventura revolucionaria.

La revolución, por tanto, implica un cambio radical, pero, ¿todos los cambios radicales son revoluciones?. Los científicos sociales aún debaten sobre el asunto. Para Aristóteles (1) es el cambio, en un Estado, desde una constitución a otra, pero ha llovido mucho desde el autor de Estagira. Hemos pasado por todo tipo de revueltas de carácter político y, más específicamente en los últimos dos siglos, por revoluciones liberales, democráticas y proletarias. La definición de Aristóteles se queda atrás.

Puestos a definir yo me quedo con la definición del sociólogo británico Anthony Giddens (2). Para Giddens un gran cambio político puede calificarse de revolución si cumple tres condiciones. En primer lugar una revolución es un movimiento social de masas, por tanto, no puede ser el resultado de unas elecciones democráticas, ni derivar de un golpe de mano realizado por un grupo pequeño, estoy pensado en los típicos golpes de Estado realizados por el espadón de turno.

En segundo término, una revolución produce grandes cambios políticos y sociales y, estos cambios, deben conducir a una nueva situación estable. De alguna manera los líderes revolucionarios deben ser más eficaces que los del antiguo régimen ya que, en caso contrario, no hay revolución sino caos y desintegración social. Desgraciadamente nadie garantiza que la nueva situación estable sea mejor que el status quo anterior.

Por último, la revolución implica el uso de la violencia o, al menos, la amenaza de este uso por parte del movimiento revolucionario. La revolución es un cambio radical frente a las autoridades preexistentes, y éstas, no suelen tener ninguna gana de ceder el poder. Suelen recurrir a la represión para abortar las iniciativas revolucionarias y los rebeldes usan la violencia para subvertir el orden establecido. Este es un punto controvertido, siempre que hay violencia hay controversia, pues de ella se sigue el debate moral sobre la legitimidad de la misma. Según esta tercera condición de Giddens, ¿la pacífica revolución de los claveles de Portugal fue una revolución?, estimo que sí, porque cae del lado de la amenaza al recurso a la violencia, el golpe fue realizado por el ejército apoyado por una mayoría social y, que la gente tomara la bonita iniciativa de colocar claveles en las bocachas de los fusiles de los soldados, no debe hacernos olvidar este hecho.

¿Pero que nos dice la teoría sociológica acerca de las revoluciones?. Bueno, vamos a ver tres teorías. La teoría clásica de Karl Marx (3), la teoría de James Davies (4) – que en cierto modo dibuja una situación de partida parecida a la actual -,  y la más completa de Charles Tilly (5).

La teoría de Marx
Don Carlos quería que sus puntos de vista fueran tomados no sólo como un análisis de los procesos revolucionarios sino como un medio o un método para promover la revolución. Sea por una causa o por otra, el caso es que las ideas de Marx han tenido una enorme influencia en las revoluciones del siglo XX y en los regímenes políticos que surgieron de éstas.

La teoría de Marx se basa en su concepción de la historia como una lucha entre clases sociales. Ésta derivaría de las contradicciones, es decir tensiones irresolubles, que se producen cíclicamente en las sociedades desembocando en conflictos periódicos.

Para Marx la principal fuente de esas contradicciones presentes en los modelos de sociedad queda al descubierto cuando se producen cambios económicos. En cualquier sociedad estable existe un equilibrio entre la estructura económica, las relaciones sociales y el sistema económico. Al modificarse las fuerzas productivas, el equilibrio se desmanda, las contradicciones se intensifican conduciendo a choques abiertos entre las clases y, finalmente, a la revolución. 

Marx pensaba que esto había sucedido en el pasado y volvería a pasar en el futuro. Por ejemplo, en las sociedades feudales, los cambios económicos dieron lugar a ciudades – los burgos medievales – que desarrollaron el comercio y la manufactura creando un incipiente capitalismo y una nueva clase social, la burguesía. Estas nuevas características del modelo económico amenazaron a la base del sistema feudal, la relación siervo-señor y, con el tiempo, las contradicciones fueron llevando a conflictos cuyo punto final fue la revolución francesa y la sustitución del antiguo régimen por el nuevo régimen burgués capitalista.

Una vez llegado el capitalismo industrial, Marx piensa que las contradicciones siguen. Se trata de un sistema económico que se fundamenta en la búsqueda desesperada del beneficio privado. Esto crea un abismo entre una mayoría rica, que controla los recursos industriales y una mayoría pobre de obreros asalariados. Los obreros, concienciados de pertenecer a una clase desfavorecida, se organizan en movimientos sindicales y partidos que desafían al gobierno de la clase capitalista y que acabarían por derrocar al sistema político burgués.

Para ese derrocamiento Marx veía necesario el uso de la violencia – la burguesía no iba a ceder sus privilegios así como así – y que la clase trabajadora industrial fuera consciente de su situación y de su destino. Como ya hemos comentado, no veía en el campesinado una fuerza revolucionaria, por lo tanto la revolución se realizaría en una sociedad industrial. Luego, al fin y a la postre, el capitalismo demostró tener un gran poder de adaptación y la primera revolución proletaria acabó produciéndose en un país eminentemente agrícola.

A veces, cuando releo a Marx o a alguno de sus exégetas, veo en trazas de su crítica del capitalismo una rara vigencia en el siglo XXI, en ocasiones pienso en que el terrible siglo XX resultó al final bastante inútil, pues para qué tanto viaje si al final hemos vuelto a comportamientos del siglo XIX.

La teoría de Davies
Davies partió desde una postura crítica al pensamiento de Marx allá por 1960. Para Davies las revoluciones no estallan por la pobreza o la miseria o la desigualdad. La gente soporta estas situaciones con mucha resignación o muda desesperación. 

Para que estallara la revolución de octubre – por poner el ejemplo más paradigmático – fue necesario, aparte de una desigualdad e injusticia secular, tres años de guerra mundial con miles de muertos y heridos, la manifestación clarísima de la inutilidad de las elites rusas y una gran hambruna. Quiero decir con ello que hubo mucha resignación y desesperación antes de ir a asaltar el Palacio de Invierno.

Para Davies es más probable que se den las revoluciones cuando en tiempos anteriores se da una mejora en las condiciones de vida, ya que al vivir mejor, aumentan las expectativas de la población. Si la mejora se frena o la situación directamente empeora se frustran las expectativas y se dan las condiciones para la revuelta. Dicho de otro modo, pasar de vivir mejor a vivir peor, a los humanos, nos sienta como un tiro. 

En consecuencia no es la privación absoluta sino la privación relativa la que es revolucionaria, privación relativa entendida como la distancia entre la vida que la gente se ve obligada a llevar y la vida que podrían llevar de una manera realista si el sistema social funcionara relativamente bien.

De hecho y volviendo al ejemplo ruso, a algún historiador he leído que tuvo un efecto propagandístico enorme a favor de la revolución el hecho de que, cuando el ejército ruso invadió Prusia Oriental al principio de la guerra, los soldados – al fin y al cabo campesinos y trabajadores pobres – pudieron comprobar sobre el terreno la enorme diferencia de nivel de vida que les separaba de los agricultores alemanes. 

Por último, para Davies, la situación revolucionaria cobra más fuerza con la difusión de ideas de igualdad y de participación política en democracia.

Según Giddens, la teoría de Davies resulta útil para comprender la conexión que existe entre las revoluciones y el desarrollo social y económico contemporáneo. De hecho no dejo de pensar en la similitud entre las condiciones de partida señaladas por Davies y la situación actual  de aumento de las desigualdades, de crecimiento de la pobreza, de riesgo de exclusión social, en fin, en una situación de desmantelamiento del Estado de bienestar  al que nos habíamos acostumbrado, y no lo olvidemos, en un mundo en que la comunicación y la información fluyen con enorme facilidad. Y compruebo que no estoy solo en estas preocupaciones, que preocupa a muchos sociólogos distinguidos desde Saskia Sassen a Manuel Castells que vienen avisando desde sus tribunas.

A la teoría de Davis se le critica que muestra las condiciones de partida para que se produzca una revolución – contexto de expectativas crecientes frustradas – pero no explica de que manera y por qué se movilizan los distintos grupos para producir un cambio revolucionario. De esto último podemos encontrar una explicación en Tilly.

La teoría de la protesta de Tilly
Charles Tilly elaboró, a finales de la década de 1970,  una completa teoría de las formas de protesta y violencia y, dentro de este marco, estudió los procesos de cambio revolucionario.

El primer concepto de esta teoría es el de la acción colectiva, entendida como el conjunto de medidas emprendidas por grupos sociales para desafiar o tratar de derrocar un orden social establecido.

Para Tilly la acción colectiva está constituida por cuatro componentes principales. En primer lugar la organización del grupo o grupos implicados. Los movimientos de protesta se organizan de muchas manera distintas, desde la formación espontánea de multitudes como pasó en el derrocamiento del régimen comunista de Ceacescu (6) a los grupos revolucionarios rígidamente disciplinados como los famosos bolcheviques rusos.

El segundo componente es la movilización de recursos suficientes para hacer posible la acción colectiva. Éstos pueden ser bienes materiales, de apoyo político o armamento.

En tercer lugar Tilly sitúa el interés común de quienes participan en la acción colectiva, es decir, el objetivo común que subyace tras la movilización, en términos de coste-beneficio, lo que ellos consideran que pueden perder o ganar mediante sus políticas o tácticas. No tener nada que perder suele ser un incentivo muy importante en este tipo de situaciones.

Y, el último componente, sería la oportunidad. La chispa que enciende la mecha. Pueden producirse acontecimientos fortuitos que proporcionan oportunidades a los propósitos revolucionarios. Ejemplo novelesco aunque real de cómo un hecho aparentemente sin conexión con el orden establecido, simplemente en principio era una estafa a un alto prelado,  acaba teniendo un gran efecto propagandístico para una revolución lo tenemos en el asunto del collar de la reina (7).

Así que la acción colectiva implica un enfrentamiento con las autoridades constituidas pero sólo cuando está apoyada por grupos organizados y es eficaz cuando actúa sistemáticamente contra las estructuras de poder.

Pero, ¿cuándo se ponen en marcha dichos grupos?. En opinión de Tilly, bien cuando las personas carecen de instrumentos institucionales para conseguir que se escuche su voz o bien cuando sus necesidades son reprimidas directamente por las autoridades o, digo yo, cuando suceden las dos cosas al mismo tiempo.

Las formas de protesta varían según las circunstancias históricas y culturales. Hoy en día son muy comunes las manifestaciones, las asambleas en plazas y, en última instancia, los disturbios callejeros y la guerrilla urbana, en este punto Tilly está pensando sin duda en el parisino mayo del ’68. Pero hay otro tipo de protestas que han quedado atrás en el tiempo como la destrucción de maquinaria o los linchamientos. En situaciones de rebelión generalizada, durante el siglo XX, se demostró la eficacia de las guerrillas en su lucha contra los ejércitos regulares; Vietnam y Cuba son ejemplos claros.

Estamos viendo que la acción colectiva tiene una forma gradual de manifestarse desde la protesta pacífica hasta el conflicto generalizado, entonces, ¿cuándo y por qué llega a ser violenta la acción colectiva?. Tilly tuvo el mérito de estudiar todos los conflictos violentos en Europa desde 1800 y sacó las conclusiones siguientes.

En primer lugar casi toda la violencia colectiva se desarrolla a partir de acciones que al principio no son de carácter violento.

La segunda conclusión que sacó es que el hecho de que haya violencia o no, depende menos de la naturaleza de la protesta que de cómo responden las autoridades. En palabras de Tilly, en la experiencia europea moderna son las propias fuerzas represivas las más persistentes iniciadoras de conflictos violentes. Si a la protesta se responde con violencia obtendrás violencia.

Y, ¿cuándo la acción colectiva se convierte en acción revolucionaria?, pues cuando el movimiento de protesta ve la posibilidad de que se puede dar un vuelco al sistema, Tilly lo expresa diciendo que cuando se producen situaciones de soberanía múltiple.

La soberanía múltiple se produce cuando el gobierno oficial carece de control pleno sobre los territorios que administra produciéndose una competencia por el poder con otras entidades de gobierno oficiosas. Este estado de las cosas puede producirse como resultado de una guerra externa como pasó con la Comuna de París (8), de conflictos internos como en el bando republicano durante la guerra civil (9) o por ambas cosas a la vez.

Para mí el ejemplo típico de soberanía múltiple es el período de  tiempo que trascurre entre la revolución de febrero y la revolución de octubre de 1917 en Rusia, en el que al gobierno menchevique se le opone el poder de los soviets bolcheviques y todavía no ha desaparecido del todo la Rusia blanca zarista (10).

El que la balanza se doble del lado revolucionario depende de hasta qué punto las autoridades mantienen el control de las fuerzas armadas, de la existencia de conflictos entre las facciones gobernantes y del nivel de organización de los movimientos de protesta que tratan de tomar el poder.

La teoría de Tilly a mí me parece muy completa pero se le critica que dice poco acerca sobre las circunstancias que conducen a la soberanía múltiple, según la socióloga norteamericana Theda Skocpol (11), Tilly da por sentado que los movimientos revolucionarios se guían por una búsqueda deliberada y consciente de sus intereses. Para Skocpol, los objetivos de estos grupos tienen un carácter ambiguo e indeciso. Las revoluciones surgen principalmente como una consecuencia no deseada de intentos infructuosos previos con intenciones menos ambiciosas que un cambio radical del sistema político, que van guiando a los movimientos de protesta y debilitando la capacidad de reacción a los gobiernos.

Ahora me queda lo que resulta siempre más difícil. Poner un punto final ingenioso al artículo. Creo que hemos contestado, gracias a Giddens, Marx, Davies y Tilly a muchas de las preguntas que nos hacíamos al principio sobre las revoluciones, sus causas y su forma de nacer y desarrollarse. Pero ahora para terminar me surge otra, ¿cuál es el mejor antídoto contra una revolución?. Evidentemente, casi a un nivel obsceno de evidencia, a día de hoy en Noruega o Dinamarca no parece que vaya a surgir una revolución. El antídoto es la democracia participativa y una sociedad sensatamente igualitaria y justa.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo


Notas:
1.   Aristóteles (en griego antiguo ριστοτέλης, Aristotélēs) (384 a. C.-322 a. C.). fue un  filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente durante dos milenios.
2.   Anthony Giddens (Londres, Inglaterra, 18 de enero de 1938) es un sociólogo inglés, reconocido por su teoría de la estructuración y su mirada holística de las sociedades modernas. También adquirió gran reconocimiento debido a su intento de renovación de la socialdemocracia a través de su teoría de la Tercera Vía. Es considerado como uno de los más prominentes contribuyentes modernos en el campo de la Sociología, es autor de al menos 34 libros publicados en no menos de 29 idiomas —publicando en promedio más de un libro por año—. También se lo ha descrito como el científico social inglés más conocido desde John Maynard Keynes
3.     Karl Marx, conocido también en castellano como Carlos Marx (Tréveris, Reino de Prusia, 5 de mayo de 1818 - Londres, Reino Unido, 14 de marzo de 1883), fue un filósofo, intelectual y militante comunista alemán de origen judío. En su vasta e influyente obra, incursionó en los campos de la filosofía, la historia, la ciencia política, la sociología y la economía; aunque no limitó su trabajo solamente al área intelectual, pues además incursionó en el campo del periodismo y la política, proponiendo en su pensamiento la unión de la teoría y la práctica. Junto a Friedrich Engels, es el padre del socialismo científico, del comunismo moderno, del marxismo y del materialismo histórico. Sus escritos más conocidos son el Manifiesto del Partido Comunista (en coautoría con Engels) y El Capital. Ver “Decuando la sociología daba sus primeros pasos II: Alemania” en este mismo blog.
4.    James Chowning Davies (6 de mayo de 1918 -  29 de marzo de 2012) fue un sociólogo norteamericano y profesor de ciencia política en la Universidad de Oregon. Se le conoce sobre todo por la llamada curva-J de las revoluciones políticas, que busca explicar el crecimiento de los movimientos revolucionarios mediante las expectativas individuales y la sensación de pérdida de bienestar de las personas.
5.    Charles Tilly (Chicago, 27 de mayo de 1929 - Nueva York, 29 de abril de 2008) fue un sociólogo, politólogo e historiador norteamericano. Cursó sus estudios en la universidad Harvard y en Oxford. Su carrera académica se ha desarrollado en la Universidad de Delaware, Harvard la universidad de Toronto, la universidad de Míchigan, y la universidad Columbia, donde fue profesor de ciencias sociales. En 1994 ganó el Premio europeo Amalfi de sociología y ciencias sociales, por su obra European Revolutions, 1942-1992 escrito en 1993. Ha sido calificado como el fundador de la sociología del siglo XXI. Su ritmo de producción intelectual era muy intenso: llegó a publicar más de 50 libros (más de un libro al año en sus últimas dos décadas) y 600 artículos.
6.    Nicolae Ceaușescu, transcrito su apellido generalmente como Ceausescu o Ceaucescu; (Scornicești, Reino de Rumania, 26 de enero de 1918 - Târgoviște, Rumania, 25 de diciembre de 1989) fue un político comunista, presidente de Rumania y presidente del Consejo de Estado de Rumania. Gobernó la República Socialista de Rumania desde 1967 hasta su ejecución en 1989 y fue secretario general del Partido Comunista Rumano en el periodo 1965-1989.
7.    El asunto del collar fue una estafa que tuvo por víctima, en 1785, al cardenal de Rohan, obispo de Estrasburgo, y en el que se vio implicada la reina María Antonieta. La relevancia pública del asunto, que redundó en un gran escándalo político y social, contribuyó a hundir la imagen pública de la reina María Antonieta, que se ganó definitivamente la enemistad de la vieja nobleza francesa y perdió el apoyo del pueblo de Francia. Las consecuencias de esto espolearon el descontento popular contra el gobierno de Luis XVI, muy influenciado por la camarilla de la reina. El torpe manejo que la monarquía francesa hizo del asunto llevó a que comenzara a ser abiertamente desprestigiada por la propia nobleza, socavando de manera fundamental la imagen pública de la monarquía en unos momentos de crisis económica y social; igualmente, puso de manifiesto ante el pueblo la corrupción de la corte y la precariedad de las finanzas públicas, hasta el punto de que el Asunto del Collar suele considerarse como un claro antecedente a la Revolución francesa.
8.  La Comuna de París (en francés: la Commune de Paris ) fue un breve movimiento insurreccional que gobernó la ciudad de París del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, instaurando un proyecto político popular autogestionario que para algunos autores se asemejó al anarquismo o al comunismo.
9.     La revolución social española de 1936, comúnmente conocida como revolución española1 fue un proceso revolucionario que se dio tras el intento de golpe de Estado del 17 de julio de 1936 que desembocó en la Guerra Civil Española. Su principal base ideológica fue el anarcosindicalismo y el comunismo libertario de la CNT-FAI, con un componente marxista revolucionario, caracterizado por el POUM y el ala caballerista del PSOE y UGT. Se caracterizó, entre otras cosas: por su anticlericalismo en lo religioso, su cantonalismo y horizontalismo en lo administrativo, su racionalismo en la educación y el colectivismo autogestionario en lo económico.
10.   La Revolución deFebrero de 1917 en el Imperio ruso marcó la primera etapa de la Revolución rusa de 1917. Causó la abdicación del zar Nicolás II, puso fin a la monarquía rusa y llevó a la formación de un Gobierno provisional. Esta revolución nació como reacción a la política realizada por el zar, su negación a otorgar reformas políticas liberalizadoras y contra la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, que había infligido grandes penurias a la población. El régimen naciente resultó de una alianza entre liberales y socialistas que debía dar paso a un ejecutivo elegido democráticamente y una asamblea constituyente.
11.   Theda Skocpol es una socióloga y politóloga norteamericana, decana entre 2005 y 2007 de la Escuela de Artes y Ciencias de la Universidad de Harvard. Es especialista en las aproximaciones sociológicas comparativa e histórico institucional y muy conocida por su teoría de la autonomía del Estado. También es conocida popularmente por sus escritos de divulgación.


Bibliografía:

Sociología
Anthony Giddens
3ª Edición
Alianza Editorial
Madrid 2000

Teoría Sociológica Moderna
George Ritzer
5ª Edición
ED. McGraw-Hill
Madrid 2001

Los orígenes de la teoría sociológica
María C. Iglesias, Julio R. Aramberri, Luis R. Zúñiga
Akal Editor
Madrid 1989